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-¿Y tuviste que quedarte todo el fin de semana haciendo deberes? -Aitana, con los ojos muy abiertos y la actitud sobreactuada que le salía inconscientemente siempre que estaba con sus alumnos pequeños, hablaba con Andrés, valorando su dibujo.

-Sí, porque estaba castigado... -confesó el niño, avergonzado-, pero hoy voy al parque con tito Roi.

-¡Hala, qué guay! -exclamó Aitana, enternecida. Le revolvió el cabello y volvió al frente de la clase para dirigirse a todos sus alumnos. Dio por terminada la clase y abrió la puerta para que los padres fueran entrando a recoger a sus hijos.

Roi entró de los últimos y Andrés corrió a abrazarlo. Cuando Aitana lo vio, se sonrieron.

-¿Qué tal la luna de miel? -preguntó el chico mientras ayudaba al niño a colgarse su mochila.

Aitana rio y negó con la cabeza.

-No fue ninguna luna de miel, idiota...

-No, pero seguro que hubo noche de bodas.

-¡Roi! -Aitana se sonrojó y le echó un vistazo a sus alumnos, pero se volvió a reír-. No hubo nada, mira que eres tonto.

-Entonces, ¿por qué sonríes tanto?

La artista volvió a negar mientras sonreía, recordando el viaje.

-Hubo mucha complicidad, y fue... mágico. Pero nada fuera de lo normal.

-¡Tito! -Andrés tiró del brazo de Roi, metiéndole prisa.

-Bueno, me voy, que se me llevan.

Aitana se despidió con un gesto de la cabeza y despidió también al resto de padres que se estaban llevando a sus hijos. Recogió sus materiales, se puso el abrigo y se dispuso a salir de la academia. Y, nada más salir, esbozó una enorme sonrisa:

-¿Qué haces tú aquí? ¡Si no trabajas hoy!

~~~

A decir verdad, sí que trabajaba los lunes, pero en la cueva de la maga. Sin embargo, le había pedido a Sonia que la sustituyera a cambio de hacer sus horas el miércoles.

-Ya, pero me apetecía autoinvitarme a tu casa. ¿Te importa?

A Aitana no le cabía la sonrisa en la cara, y el cosquilleo en el estómago de Nerea no cesaba. Era preciosa, y cada día sentía más cariño por ella.

-Claro que no. Es tu casa también.

Dicho esto, rodeó los hombros de Nerea con el brazo, y esta le puso la mano en la cintura con cierta timidez. Así, abrazadas, se encaminaron a la casa de Aitana.

Una vez en la casa, la morena le ofreció merendar, pero Nerea prefirió una bebida caliente. Por tanto, Aitana preparó café para las dos.

-¿Qué tal la vuelta a casa? -preguntó la anfitriona mientras le echaba azúcar a su bebida.

-Bien. ¿Y tú? ¿Qué tal con los niños?

-Bien. Hoy les he dicho que me dibujaran algo que representara su fin de semana. -Revolvió su café con una sonrisa tierna y, de repente, pareció encendérsele la bombilla-: ¡Oye! ¿Y si lo hacemos nosotras?

Nerea rio por lo bajo y negó, antes de beber de su taza.

-Yo no sé dibujar, Aitana.

-Bueno, me vas diciendo lo que poner y yo lo dibujo. Venga, porfa... -La miró con un puchero y Nerea suspiró antes de sonreír.

-Está bien...

Aitana dio un par de golpecitos alegres en la mesa y se levantó para ir a por una de sus libretas, momento que Nerea aprovechó para terminarse su bebida. Cuando volvió, la morena se sentó a su lado.

Where the ocean meets the sky | iFridgeWhere stories live. Discover now