Capítulo 22

87K 4.9K 277
                                    

Caden estaba de lo más relajado, trabajando en el nuevo proyecto del jefe de Venus, cuando escuchó el timbre de su casa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Caden estaba de lo más relajado, trabajando en el nuevo proyecto del jefe de Venus, cuando escuchó el timbre de su casa. Frunció el ceño, mirando con atención la puerta, se levantó de la silla cuando supuso que era su padre que retornaba del departamento de su novia.

Abrió la puerta con seguridad, sin mirar ni por la ventana y ni mucho menos por la mirilla de la puerta, cuando se encontró de cara con su esposa.

Entró decidida a la casa, como si fuera la dueña de la misma. Se giró en sus talones para mirarlo a la cara.

—Te he extrañado mucho —le respondió con total normalidad.

—Sí que te volviste loca —le dijo, luego de reírse ante su comentario.

—Es la verdad, te he extrañado mucho, Caden —volvió a repetirle.

—Ni se te ocurra abrazarme —le contestó sujetando sus muñecas—. No intentes excusarte, no quiero saber nada de ti. Y para que vayamos entendiéndonos, te seré muy claro. Quiero el divorcio.

—¿Y crees que te lo daré? Ni sueñes que te desligarás de mí, para irte con la mujerzuela de tu secretaria.

—Begoña, hace más de un mes que desapareciste de mi vida, no pretendas que te dé la bienvenida nuevamente, no quiero estar a tu lado, no te quiero, no te amo, y deberías de saberlo muy bien. A parte, tú me robaste parte de un dinero que estaba ahorrando, por lo tanto, eres una ladrona, si no me das el divorcio por las buenas, me lo darás por las malas.

—Diré que te acostaste con tu secretaria mientras estabas casado.

—Nadie te creerá. No estoy para aguantarte más Begoña, ya me cansé y este matrimonio se disolverá te guste o no. Me importa muy poco lo que pienses de mí, quiero vivir la vida que siempre quise, y eso implica no tener a una mujer como tú.

—Me la pagarás muy caro, Caden Wayland, te aseguro que te hundiré.

—No me asustan tus amenazas, siempre has sido caprichosa e inmadura, eso siempre lo supe. Lo peor del asunto es que me di cuenta muy tarde la clase de mujer que eras verdaderamente. De más está decirte que en mi casa no te quedas.

—Eres un déspota.

—Tú no eres mejor que yo, Begoña. Ahora, retírate, por favor.

—No tengo dónde ir.

—Te hubieras acordado antes de venir aquí. No te necesito, y la verdad es que estoy mil veces mejor sin ti. Comprendes que eres una ladrona, ¿verdad? Si querías dinero, me lo hubieras pedido, sin sacármelo a escondidas. Pero claro, si me lo pedías no ibas a poder irte más de un mes, ¿no? Y ahora te me presentas aquí, diciéndome que me has extrañado, y cuanta estupidez sale de tu boca. Pues yo, no te he extrañado en lo absoluto, no te amo más, hace más de un año que dejé de amarte.

—Sabrás de mí dentro de poco tiempo. No te librarás de mí tan fácil.

—Vete, Begoña. No tienes nada que hacer aquí.

La mujer, malhumorada, se retiró de la casa, y cerró la puerta de un portazo. Caden suspiró de alivio y volvió a sentarse para seguir trabajando en el plano de la cafetería, pero no pudo hacer mucho, su cabeza estaba en la conversación que había tenido pocos segundos antes con su esposa. Una esposa celosa, resentida, ladrona y sobre todo malvada.

Bill, volvió al poco tiempo, y su hijo le contó lo que había pasado hacía minutos atrás. Padre e hijo se dispusieron a conversar como hacía tiempo no lo hacían, hasta llegar a un acuerdo entre los dos. Un acuerdo que solos ellos sabían, pero Bill iba a hacer todo lo posible para que su hijo al fin fuera feliz con la mujer que amaba.

Solo una semana luego, había visto Begoña a Venus entrar a una tienda de bebés. La esperó a una distancia prudencial hasta que la joven saliera del negocio, y la siguió hasta nuevamente su departamento. La esposa de Caden era una arpía de primera clase y haría lo imposible para que Caden se mantuviera a su lado, sin poder escaparse de ella.

Venus había recibido un mensaje de texto de Caden, diciéndole que iba a ir a su departamento para hablar seriamente con ella sobre un asunto sumamente importante. Ella al escuchar el timbre, abrió sin mirar por la mirilla de la puerta principal. La joven mujer, se encontró con el rostro impasible de Begoña.

 La joven mujer, se encontró con el rostro impasible de Begoña

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La Secretaria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora