20

4.4K 544 160
                                    

- 20 -










—¡Demonios! ¡Te estás convirtiendo en mí!—Wilre llevó sus manos a la boca. Sorprendida de todo lo que le contaba.

—No me digas que tú...

—Anny Danforth, ya me deberías conocer. O aunque sea, una tercera parte de mí.

Reí. Siendo sincera, dudaba mucho conocerla del todo. Si lo pensábamos bien; nadie termina de conocer a otra persona con exactitud. Nunca. El ser humano vive en constante cambio. Y, cuando suponemos conocer algo del otro, van a existir esos detalles ocultos. Todos guardamos algo por dentro.

—Es que no sé... me siento como una zorra.

—¿Zorra? ¡Por el amor a satanás!—me agarró del brazo y se acercó a mi oído para que nadie escuchara lo que iba a decir. Las dos caminábamos por el pasillo del tercer piso, en busca de los chicos—. Entonces siéntete orgullosa, zorrita. Cualquier chica moriría por tener a dos hombre bajo sus bragas.

—Pero si son Hen... Madness y Kislev—musité mucho más bajo.

Wilre se despegó de mí al instante. El doble de sorprendida.

—Joder... ¿Por qué no empezaste por ahí?—negó lentamente—. ¡Ellos son los jodidos nazis!

¡Dile que Kislev no!

Él es extrañamente divino.

¡Díselo!

—Kislev no es un nazi—me escuché decir inconscientemente.

Ahora le hacía caso al monstruo en mi cabeza, era el colmo.

—¡Que sí! Te advertí que no lo vieras ni en pintura ¡Te puede matar con los ojos cerrados! Es un maldito loco.

Cuanta ocurrencia en sus advertencias.

—Dos cosas—la señalé con mi dedo—. Primero: la mayoría de las personas aquí son unos malditos locos, incluyendo tu persona. Y segundo: ¡No estamos en la segundo guerra mundial! Así que nadie es un nazi.

—¡Pero se puede iniciar la tercera, mujer!

—Bien, creo entender tu punto.

Me volvió a jalar del brazo y entramos en un cuarto encontrando dos caras conocidas.

Akiro y Lenintog.

—¿Y los idiotas?—preguntó Wilre acercándose a Akiro. Él sonrió cuando la vio y ella depósito un beso en su mejilla.

—Los mandaron a Rusia—respondió Lenintog, noté disgusto en su rostro.

—¿Y eso?—indagué.

—Por una maldita misión suicida—se llevó la mano a la nuca—. ¡Ni siquiera terminaron el curso de idioma!

Vaya... al parecer Lenintog no estaba contento con el destino de los gemelos.

—Seguro van a estar bien—me acerqué al chico para darle un abrazo. Él se tensó cuando mis escurridizos brazos rodearon su torso, pero se relajó al tiempo de unos segundos—. Son unos idiotas muy inteligentes.

Red - [La Orden Sangrienta]Where stories live. Discover now