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POV Edmund

Hablar con Jadis me había dado suficiente valor para no acercarme a mis hermanos, ella tenía razón, tal vez fue mala y sigue siéndolo pero a veces los villanos tienen algo de razón en su hablar y pensar.

— Vamos Draco.

Le dije al salir, me despedí de la manada y de los pequeños cachorros que se me acercaban después de alejarse de Draco.

Subí a él y emprendimos camino, con suerte no tendría que intervenir, pero lo dudaba, sabía que algunos telmarinos eran traicioneros.

— En cuánto estemos a unos dos kilómetros de ellos irás por uno de los nuestros, quiero información.

Draco asintió y siguió con su aleteo tranquilo y relajado, al menos me agradaba que supiera que quería retrasar esto más que nada en el mundo.

Descansaba de vez en cuando y comíamos, dormíamos y seguíamos, en ocasiones caminábamos viendo cómo algunos de los árboles invernaban en esta zona y en como algunos animales habían perdido su habilidad para hablar.

— Los puedo ayudar.

Me dije a mi mismo recibiendo a cambio un asentimiento de Draco.

Saque la varita, de un tiempo para acá había aprendido a ocultarla y hacerla aparecer cuando convenía.

— ¿Draco, es verdad lo que me dijo Aslan?

Pregunte al tiempo que en mi mente recordaba el hechizó, había aprendido mucho gracias a las clases no pedidas que Jadis me daba.

— ¿Que cosa majestad?

Cuestionó y solo vio cuando una luz blanca se instalaba por un breve momento en la garganta de los animales.

— Que todos saben las cosas que he echo tanto dentro y fuera de mi reino, ¿Me consideran en verdad su Gran Rey?

El asintió para luego inclinarse.

— Hora de avanzar majestad.

Le asenti y subí a él, solo pude escuchar como los animales agradecían y me alababan, eso no me gustaba en lo personal, pero tenía que admitir que si se sentía bonito recibir las gracias de quién ayudas y que aparte eran sinceras.

Así se pasaron las próximas horas, habíamos llegado un día antes de lo planeado y la verdad me sentía ansioso, juraría que tardarían más, tal vez no hicimos demasiadas parada o tal vez simplemente el mundo se había hecho más pequeño de alguna manera.

— ¿Ginevra que información me tienes?

Cuestione de inmediato al ver a la lechuza.

— Esta noche entrarán al castillo telmarinos, sacarán a alguien importante para el príncipe y darán un golpe a los hombres de Miras.

Mire hacia el cielo y la poca luz que quedaba indicaba que si me iba ahora probablemente llegará en la noche.

— Gracias Ginevra.

La lechuza asintió para luego simplemente recordarme que no tenía que llamarla por su nombre completo.

— Ginny, su majestad, no tiene que ser tan formal, nos conocemos desde que nací.

Le asentí con una pequeña sonrisa para luego caminar a dónde Draco y subirme en él.

— Mantén alerta a los que se quedaron, cualquier cosa, solo tienen que llamarme.

Ella asintió y le dejé una flauta que sabía perfecto que solo los faunos sabrían tocar con la melodía que les había enseñado que me gustaba de mi mundo.

El Rey De Occidente Where stories live. Discover now