Capítulo 4

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     Es increíble el cómo se olvidan de ti. Pasan quince años y ¡puf! Ya nadie te recuerda, te creen muerto y te transformas en un cuento de viejas transmitido de boca en boca, hasta que ya ni siquiera se acuerdan de tu nombre. Por una parte, eso es bueno, no recuerdan el montón de chismes que sembraron de ti, anécdotas deformadas que suplantaron la verdad, que si mordiste a este, que si apuñalaste al otro, blah, blah, blah. Allí es donde se equivocan, yo nunca apuñalé a aquel tipo. Pero, eso ya no importa porque… Estoy. De. Vuelta.

     El suelo de granito pulido reflejaba su esbelta figura, había ido por aquel restaurante del que tanto hablaban. Quería ver por su propia mano si era cierto. Pasó cerca de una mesa donde varios adolescentes contaban el poco dinero que tenían para pagar una comida rápida.

     ─Hasta aquí apesta a pobre ─siseó lo suficientemente alto como para que le oyesen y sus rostros se pintaran con indignación. Ella sonrió, pasando del grupo. Se ahuecó sus rizos rubios con una mano, y entró al establecimiento que había estado buscando. Una cafetería con aire vintaje, servían almuerzos y postres de calidad, o al menos tenían la fama. Se acercó a una de las meseras─. Buenas tardes, ¿podría darme un pie de manzana? Me han contado que es una de sus especialidades. ─sonrió a la chica, la cual sonrió de vuelta y le ofreció con un gesto que tomase asiento.

     El ambiente era agradable, había un acuario bien cuidado en una esquina, con un par de tiburones pequeños nadando en su interior. Había mesas de madera y también taburetes fijos, dando aquel aspecto de restaurante familiar de antaño. Le trajeron su orden y ella comió en silencio, alisando su falda de vez en cuando. Era muy bueno, al menos no era publicidad barata, los recomendaría. No había ningún otro cliente dada la hora, en un rato tendrían casa llena de seguro. Hizo un cisne con la servilleta sobrante y lo dejó sobre el plato una vez hubo acabado. Pagó su comida y se fue. Sería difícil decir si lo siguiente fue una coincidencia o una decisión premeditada.

     ─¡Oh, cuánto lo siento, señora! ─exclamó la chica al ver su refresco desparramado sobre el blanco inmaculado de la blusa de Mary. La rubia hizo una mueca que era una especie de sonrisa deformada por la ira.

     ─Descuida niña, no es nada… ─lo dijo más para calmarse a ella misma que a la contraria. Su esfuerzo fue en vano en el instante donde comenzó a toquetear con sus dedos sucios y una servilleta de papel barato su blusa, empeorando el asunto─. Déjalo así, niña.

     ─No, mire, ya se está quitando ─allí Mary perdió el poco control que tenía. Tomó a esa “tonta pequeñaja”, como le llamó entre dientes y la tiró al suelo, se quitó uno de sus tacones y le miró.

     ─¿¡No te dije que lo dejaras así!? ─chilló con la cara desencajada de la ira. La tenía bien sujeta, no iría a ninguna parte. Le atestó golpes con la punta de su tacón una y otra vez, sin tomar en cuenta la puntería, los gritos o las personas que se acercaban a ver qué pasaba─¿¡NO VES… QUE TENGO POCA PACIENCIA!? ¡AHG! ¡SUELTÉNME! ¡ELLA SE LO BUSCÓ! ─pataleaba mientras que dos hombres la sostenían por los hombros, uno de los presentes gritaba que había que llamar al hospital. Sus rizos caían de cualquier manera sobre su rostro, adhiriéndose en algunas partes por el sudor.

     ─Ya vienen para llevarse a ambas. ─informaron entre la multitud.

***

     ─Si busca un arbusto grande, frondoso y que llame la atención, le recomiendo que plante un cenizo, sus hojas al ser de un tono llamativo destacarán por sobre el césped ─les guio hasta donde estaban los pequeños arbustos en sus bolsitas─. No se dejen engañar por su tamaño actual, ellos necesitan un terreno espacioso, y no me gustaría que se lo llevasen pensando lo contrario.

No Estamos Locos, Somos Más Que EsoWhere stories live. Discover now