Capítulo 8

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     ─¿No se supone que deberías estar en clase? ─preguntó sin desviar la mirada de sus uñas, un tanto maltratadas por arañar las paredes de su celda durante uno de sus ataques de ira, esta vez causado por los gritos constantes de otro de los internados.

     ─Estoy exento de todos los exámenes. Además, fuiste lo más cercano a una figura materna durante mi niñez y vengo por mi consejo maternal. ─se sentó recostado de la puerta, podía aun a través del metal oír la respiración errática de la rubia.

     ─Nunca tuve hijos, así que no sé qué clase de consejo de mierda quieres que te de.

     ─Tal vez no seas madre, pero eres mujer y sabes escuchar. No digo que los hombres no lo hagan, pero ya te dije, eres lo más cercano a una madre que he tenido, podría decirse que medio confío en ti.

     ─Muy bien, Ger ¿Qué quieres oír? ─inquirió luego de suspirar con dramatismo. Apartó los rizos rubios de su rostro y se sentó en el suelo también.

     ─Hay un hombre. Uno que por lo que sé es o puede llegar a ser muy malo. Un maldito pederasta. Entonces... Quería preguntarte si sería una buena idea pedirle ayuda a Joel para que-

     ─No ¿¡Acaso enloqueciste!? ─le gritó sin siquiera dejarle terminar. Se levantó de un salto y aferró sus manos a los barrotes de la ventana de la puerta─. Niño, ponte de pie y mírame a los ojos. ─hizo una mueca y esperó a que el menor acatara su mandado.

     ─De acuerdo, ¿ya me darás ese consejo maternal? ─le dedicó una sonrisa arrogante con una ceja arqueada.

     ─Mira niño, piensa bien lo que me acabas de decir. Piensa en si realmente vale la pena hacer aquello. Sé bien que Joel no es cualquiera. Es tu abuelo pero también es un monstruo.

      »Viniste por un consejo y aquí lo tienes: no sé cuáles sean tus motivos ocultos para dártela de héroe vengador, pero recuerda que puedes ir a la cárcel por ello, Ger. O, si tienes suerte, estar internado en la celda de junto. Así que, piensa con la cabeza fría muchacho.

     Gerson suspiró y apartó la mirada de la de Mary y por unos instantes, el pasillo desierto era todo lo que abarcaba su visión. Ella tenía razón, era algo sumamente estúpido poco digno de él. Se había vuelto alguien poco meticuloso, viseral e impulsivo. Y a pesar de todo aquello, seguía queriendo continuar con su plan. Había venido para tratar de ser persuadido de su decisión suicida, pero solo había alimentado su determinación. Era una jodida locura. Salió de sus cavilaciones por unos momentos y pasó la mano por su cabello, quitándoselo del rostro.

     ─¿Acaso es el padre de aquella chica de la que me hablaste la otra vez? ─inquirió Mary, más él solo evitó la pregunta.

     ─Te agradezco tu consejo de mamá. Sólo diré que... Lo pensaré, ¿okey? ─la otra pareció relajarse ante aquellas palabras, más seguía con ápice de desconfianza recorriendo su ser. Se despidieron y el pelinegro fue rumbo a su auto.

     Al llegar se encerró en él y encendió el aire acondicionado, aun pensando en que le mintió a Mary, no iba a pensarlo, estaba ahora más que dispuesto de encargarse de esa escoria que hacía infeliz a su fascinante pelirroja. Encendió el motor y aceleró. Eran las diez de la mañana, si se daba prisa volvería a San Víctor antes de la hora de la cena. Pero por los momentos se dirigía a su pueblo natal: la Colonia Gutt.

***

     ─Tu cabello negro como la noche, piel clara como la luna… tus ojos tan oscuros como el océano, vivo con temor a que me hunda… en ellos para siempre y entonces sea tuya… ─sacudió la cabeza, apartando ese absurdo poema de su mente. Lo peor es que llevaba días recitando versos sueltos parecidos a ese, todos con una sola musa. Trataba de alejar el pensamiento, el sentimiento, más volvía como una infección, lenta y silenciosa a atacar su día─. Tu sonrisa ladeada, me hace temblar… tan solo una mirada me has de obsequiar…. Y mi alma prendada de ti quedará.

No Estamos Locos, Somos Más Que EsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora