Capítulo 19

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Martes, 01 de agosto del 2017.

     ─¡Perdóname, no lo sabía!

     ─Está bien.

     ─Si hubiera sabido lo que te había pasado hubiera contestado el teléfono. ─lágrimas amenazaban por salir de sus ojos.

     ─Ya te dije que está bien. ─su tono de voz era sereno, como el tono de un padre cansado que corrige a su hijo sin querer gritarle, por temor a padecer una jaqueca a causa de sus propios gritos.

     ─¡No! ¿Y si te hubiera pasado algo peor? Y si… ¿y si te hubieras muerto? ─como pudo y pese al dolor se abalanzó sobre él y le cubrió la boca con una mano, haciéndole señas para que se relajara.

     ─Ransom, ya te dije que está bien, por el amor de Dios, es más, me siento orgulloso de ti por primera vez velar por tus propios intereses y sentimientos. No te sentías en posición de hablar con alguien que amenazara tu burbuja de hogareña quietud, está bien ─le dio una mirada suave, calmante─. Todo está bien.

     El escenario: una habitación de porcelanatos grises y pintura blanca, decoración inexistente y una ventana que ofrecía una insulsa vista al patio interior de la misma clínica. Ransom había llegado hacía unos catorce minutos, siendo insistente en culpabilizarse y darse golpes de pecho por no haber cogido el teléfono cuando el doctor Gabriel le llamó; se sentía mal por ello pese que de haberlo tomado no habría hecho diferencia alguna. Pero así era Ransom, esa criatura de metro sesenta y ocho y cabello rubio sucio portaba en su naturaleza el hacerse dueño de los dolores, responsabilidades y pecados de los demás como si fueran los suyos propios, era aquello lo que le daba un sentido a su hueca y moldeada existencia.

     Había nacido para servir, para ayudar, y sin saberlo de ese modo había atravesado una lenta y gradual metamorfosis de un ser humano a ser la mascota de Gerson. Y él sabía muy bien en el fondo de su alma que si esa horrible persona le dejaba a su suerte, ya fuera abandonándolo o muriendo, él no sería absolutamente nada. Quedaría reducido a lo que siempre había sido, pero peor, ya que al menos siendo una mascota acataba órdenes de alguien creyendo que tenía un sentido y recompensa al hacerlo. Aunque en realidad nunca conseguiría recompensa alguna.

     Y aun así seguía fiel, con el constante temor de algún día ser dejado de lado por ser demasiado estorboso, demasiado trabajo o ser demasiado ansioso, pero ya ven, todo eso pasaba por la pequeña cabecita rubia de nuestro amigo junto con todos los fatídicos escenarios posibles para el accidente de Gerson. Tantas cosas pasaron por su cabeza, tantos pensamientos, tantas palabras, y lo único que supo decir fue;

     ─Todo para mí estará bien mientras que tú estés conmigo.

     Gerson le dio una sonrisa satisfecha.

     ─De acuerdo, cachorro ─lo tomó de los hombros─. Estaré un día o dos aquí, así que nuestro plan será pospuesto. Lo cual no significa que está cancelado, esto nos dará tiempo para pensar y reorganizar un poco nuestras ideas, ¿no te parece? ─sonrió.

     Sonrió como si nada de lo que había pasado fuese más que un pequeño inconveniente, una piedrecilla en el zapato y nada más. A veces eso le parecía muy extraño a Ransom. Su amigo podía tomar importancia absoluta acerca de las cosas más triviales, pero cuando se trataba de los acontecimientos importantes en realidad, se cegaba o hacía parecer que no eran más que minucias, pequeñas fallas, astillas en la madera que se afanaban en lijar, pulir y tallar. Solo que ahora ninguno de los dos sabía cuál sería el resultado, el aspecto final de su horrida obra.

     Gerson le preguntó acerca de los gemelos; hablaron de la niñez de ambos y de lo rápido que pasa el tiempo; también platicaron acerca de la universidad, de su tesis del postgrado y de qué harían en el futuro. Hablaron hasta que la enfermera se acercó para decirle al rubio que el horario de visitas había culminado. Tenía que irse.

No Estamos Locos, Somos Más Que EsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora