Capítulo 9

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     ─Y... Aunque me duela siento que es lo mejor, alejarme y dejarlos hacer su vida. Siento que ya no encajo allí... Y no siento que yo sea el problema, ni me culpabilizo por ello, solo, creo que debemos tomar caminos distintos ¿Usted cree que eso esté mal? ─lucía diminuta, encogida en si misma en el diván café.

     Gabriel bebió un sorbo de su té. Le gustaba compartir ese tipo de terapias con sus pacientes de esa forma, con un té o café para relajarlos, así se sentían en confianza y abiertos a expresarse.

     ─No creo que esté mal. Después de todo, sé que sabes que todos somos diferentes, llega un punto en que nuestros caminos se bifurcan. Pero no deberías de dejar de tratar a tus amigos así como así, aunque ya no los consideres como tal. Prueba con darles su espacio, si te sientes mejor alejada, que creces a nivel personal e incluso más feliz, entonces no les busques, ya que tal vez ellos eran una de las causas de tu malestar.

     »No creo que estés estancada, me has dicho que has logrado entrar en la universidad que querías, mejoraste en algunos de tus pasatiempos y que aprendiste cosas nuevas. Eso no lo percibo como “estar estancado”. Se ve como un enorme avance en realidad.

     La chica sonrió un poco, y alzó una de sus manos que yacían aferradas a la taza en su regazo para quitar un poco del cabello negro y lacio que caía sobre su ojo.

     ─Sí, creo que sí. Haré lo que me dijo, les daré su espacio y también el mío. Muchas gracias por escucharme, sonará bobo pero, necesitaba hablar con alguien, así fuera solo para que me escuchara. De nuevo le agradezco.

     ─Es parte de mi trabajo y por eso me gusta lo que hago. Me gustaría saber qué sucede luego y de tus avances, sabes que este es un ambiente de confianza. ─le sonrió. Lo que más le agradaba de esas terapias era que sus pacientes solían irse más livianos, como si se deshicieran de un enorme peso.

     Su paciente se despidió estrechando su mano y se fue. El bebió lo que restaba de su té y se recostó del respaldo de su silla de cuero. Aunque su momento de tranquilidad no duró demasiado ya que su celular comenzó a sonar. Frunció el ceño extrañado al ver de quién se trataba.

     ─¿Por qué? ─fue lo primero que dijo.

     ─Porque vamos a visitarlos por unos días, hijo. ─esa fue la respuesta que le llegó desde el otro lado de la línea antes de que le colgara.

     ─Ay no.

* * *

     Releyó el mensaje de nuevo. Arrojó su teléfono a su cama como si de un bicho venenoso se tratase. Rebotó en el colchón y casi cayó al suelo. Tragó. Se le había olvidado por completo que su colegio tenía la estúpida tradición de hacer una misa por los graduados cada año. Y este año era su turno. No quería ir, pero era obligatorio, sino no iba tampoco podía ir a la entrega de su título ─a la cual tampoco quería ir─, y si no iba  no tendría título de bachiller. Maldijo al aire.

     No tengo ganas de volver a compartir aire con ninguno de esos sarnosos.

     Por primera vez se sintió de acuerdo con la voz. No tenía ningún tipo de entusiasmo de reencontrarse con sus compañeros. No estaba de más decir que la relación que tenía con ellos no era la mejor. Tomando en cuenta que en tres ocasiones fue a la dirección por agarrarse a golpes con sus compañeros y fue suspendida por tres días en otra ocasión por cortar el fondo del morral de una de las chicas que le trataban mal, haciendo que cuando alzara la mochila todas sus cosas se desparramaran por el suelo. La odiaban y ella a ellos. Y no le gustaba admitirlo, pero no quería ir sola.

No Estamos Locos, Somos Más Que EsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora