Capítulo III

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La Biblioteca estaba en silencio como de costumbre. La claridad del día iluminaba el rincón oscuro donde se encontraba la niña nuevamente rodeada de libros. Esta vez no estaba molesta por lo que leía o lanzando libros al azar. Ella buscaba algo, algo en específico. Su ojos se deslizaba rápidamente por cada letra inspeccionando cada palabra. Incluso observaba detenidamente los símbolos e imágenes. Pasaba rápidamente la página y seguía.

¿Que qué buscaba?

El símbolo del anillo.

Era como un dragón de tres cabezas y cinco garras. Muy extraño. No conocía ningún reino que tuviera ese símbolo. Pero siguió buscando con la esperanza de encontrar la identidad de su misterioso chico.

Desde que lo encontró se sintió extrañamente curiosa y quiere saber más sobre él. Quiere conocerlo.

Nada. No encontraba nada relacionado con un dragón en todo el Imperio de Australis. Por un momento se rindió y se dispuso a observar todos los libros de las estanterías. Ella ya había leído todos y cada uno de ellos. El estar tanto tiempo en su hogar sin poder salir la llevó a encontrar un escape en sus libros.

Se levantó del suelo y recogió todo el desorden que causó. En lo que recogía, sintió a alguien más con ella. Una señora con el cabello recogido con algunos adornos de flores blancas. Vestía un vestido elegante pero a la vez cómodo. En su rostro podían notarse pequeñas arrugas por la edad.

—¿Te ayudo?—preguntó con una sonrisa. La mujer era su madre.

—Buenos días, madre.—saludó a su madre de forma informal.—Por supuesto.

Mientras la pequeña recogía, su madre colocaba los libros en los estantes. Ya cuando terminaron se sentaron en las sillas una frente a la otra.

—¿Qué buscabas? Tenías muchos libros.

Ella dudó un poco si decirle sobre el símbolo pero confiaba en su madre.

—Es que vi un símbolo muy extraño. Es un dragón de tres cabezas y en sus patas tiene cinco garras. ¿Lo conoces?

Su madre se quedó pensativa, tratando de recordar.

—Perdón, mi niña. No recuerdo ningún reino con ese símbolo. ¿Dónde viste ese símbolo?

Esa pregunta era la que ella quería evitar. No podía decirle que se encontró con un hombre y su anillo tenía ese grabado. Trató de responder algo coherente.

—Lo vi en un anillo de alguien. Tuve la curiosidad y quise saber de donde era.—habló lo más calmada posible para que no notara que estaba ocultándole algo. Su madre no se dio cuenta.

—Bueno, perdón por no serte de mucha ayuda. Pronto será la hora del almuerzo, prepárate para ir a tu habitación.—con esas palabras, la señora se levantó de su asiento y se marchó.

La niña se quedó pensando sobre ese símbolo pero no había manera que supiera de dónde era. Lo que significa que para ella, ese chico será un misterio.

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Pasaron las horas y nuevamente se hizo de noche. La niña ya estaba preparada para irse con el anillo en su bolsillo. Bajó de su habitación por el barandal y tocó tierra. Caminó el mismo camino entre los arbustos con flores y atravesó el laberinto sin problemas. Ya cuando se encontraba frente al árbol, se encontró con el chico vestido de negro. Sintió un aura alrededor de él escalofriante, impenetrable. Ella sentía que tenía a un demonio delante de ella. Pero eso hizo que tuviera más deseos de conocerlo y ayudarlo a que esa aura desaparezca.

Castigo Eterno Where stories live. Discover now