Capítulo IV

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El sol ya se asomaba de entre las montañas del bosque anunciando un nuevo día. Las cortinas de la ventana de la habitación impedían que entrara por completo la luz. La niña estaba aún dormida bien abrigada entre sus sábanas y no podía darse cuenta de que ya era de día.

Su sirvienta personal entró a la habitación y abrió rápido las ventanas. Al entrar la luz de repente y reflejarse en el rostro de la princesa, hizo que se quejara un poco y pusiera una de sus almohadas en su rostro.

—Princesa, ya es de día. El príncipe la espera para desayunar en la terraza.—dijo a su lado.

—Pero tengo mucho sueño.—se acurruco más de entre las sábanas.

—Si falta su hermano se enojará mucho con usted.—la sirvienta le hablaba de forma amable.

—Está bien.—dijo con pesadez en sus palabras.

La princesa se levantó de la cama y la sirvienta la ayudó a alistarse. Tenía puesto un vestido amarillo claro con detalles de flores en los encajes. Se colocó un amuleto y se dejó el cabello suelto con un solo accesorio de flor que combinaba con su atuendo. Salió de la habitación con su sirvienta siguiéndole el paso. Caminó por el pasillo en dirección a la terraza donde compartía el tiempo con su hermano para hablar de cosas triviales y el desayuno. Llegó a una gran puerta blanca con la decoración del símbolo de su reino, la flor de estrella. En ese momento, Rosmane pensó que aún no la ha visto en persona, y ese fue su objetivo desde el principio. Pero ahora tenía otro motivo para salir por las noches.

La sirvienta abrió las puertas dejando a la vista el hermoso paisaje. Habían distintas macetas y jarrones con hermosas flores como las del jardín. Una vista casi perfecta del jardín, porque para la pequeña era más emocionante verlo de cerca. En el centro se encontraba una mesa redonda de dos sillas donde se encuentraba sentado Raiden mirando el jardín, hasta que notó la presencia de su hermana y le sonrió. La pequeña fue caminando y él se levantó.

—Buenos días, Rosmane.

—Buenos días, hermano.—dijo sonriendo.

El hermano acomodó la silla para que su hermana se sentara y luego quedaron los dos sentados uno frente al otro. El mayordomo que se encontraban en una esquina, se acercó con el desayuno. Colocó frente a la princesa un plato de plata habían un par de galletas y un trozo de pastel de limón.

—Whao, se ve delicioso.—dijo fascinada al ver los dulces.

—También prepararon esto para tí.—el mayordomo le sirvió en una taza té.—Es tu preferido. Té de Graviole.

El olor sutilmente amargo sorprendió a la pequeña. El té de Graviole es conocido por contener una planta con el mismo nombre que puede vivir en cualquier condición, desde los lugares más cálidos hasta las montañas heladas. Al prepararlo como té tiene un olor amargo inolvidable pero su sabor es tan dulce como la miel.

La princesa le dio un sorbo al té—¡Está delicioso!—exclamó contenta.

—Me alegra que te guste.—le sonrió su hermano.

Comenzaron a hablar de cosas normales como que iban a hacer en su día.

Raiden era mayor que ella en ocho años por lo que él ya tenía más obligaciones como príncipe heredero del reino. Rosmane lo tenía muy claro. Sabía que pronto estos desayunos y estas conversaciones comunes iban a terminar en algún momento. Y eso la entristecía un poco, prefería ser ignorante ante toda la situación. Pensó que pronto volvería a estar sola sin más nadie que hable con ella ni que la escuche. Solo estorbaría a su hermano pidiéndole que se vean.

"Usted no es una molestia"

Escuchar otra vez esas palabras en su cabeza, hizo que parara de beber del té. Recordar ese momento en que el chico dijo eso le emocionó un poco.

Castigo Eterno Where stories live. Discover now