Capítulo VIII

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Enmascarado

—Necesito su ayuda.

Mis palabras sorprendieron enormemente al mayordomo y el sirviente. Había llegado corriendo después de mi visita con la princesa. Ella me dijo de un baile y yo no sé nada de eso. Ni siquiera sabía nada de etiquetas. Para mí solo existía la espada.

La risa del sirviente resonó en todo el salón.

—¿Estás pidiéndonos ayuda? ¿TÚ?—dijo entre risas. El mayordomo le dio un golpe en la cabeza.

—Ya basta, muestra respeto.

—Sí, sé que es sorprendente, pero necesito su ayuda—expresé.

—¿Qué necesita mi señor?—dijo el mayordomo.

—Rosmane cumplirá años pronto y me invitó a su fiesta.

—Está preocupado porque no tiene un regalo. ¿Por qué no hace lo que ha hecho todos estos años?

Todas las noches de su cumpleaños, le regalaba una flor o simplemente me quedaba a su lado y cumplía sus caprichos. Pero ahora es diferente.

—No es eso. Quiere que baile con ella, y no sé bailar.

Otra vez suena la risa descontrolada del sirviente.

—No...no sabes bailar—dice entre risas.

—¿Y tú sí?—pregunté con indiferencia.

—Por supuesto que sí. ¿Qué crees que hago mientras te la pasas cumpliendo misiones?—dijo con una voz arrogante—He participado durante todo este tiempo en los asuntos de la nobleza.

—Espera un momento. ¿Qué haces tú involucrado con la nobleza?—preguntó su padre confundido.

—Pues, una noble me vio mientras hacía las compras, necesitaba un acompañante urgente para una cena y como soy bastante apuesto, me eligió. Luego de eso siguió viéndome y hasta somos amigos ya que le agrado. Me enseñó varias reglas de etiqueta y también a bailar.

—No puedo creer que vaya a decir esto... Ayúdame.

—Perdón, ¿qué dijiste? No te escuché—dijo con tono burlón y su padre le dio otro golpe en la cabeza—¡Ay!, está bien, lo haré.

"Bien. Ahora solo debo practicar y así no avergonzar a Rosmane. Espera, un segundo, ¿desde cuándo estoy tan interesado en ella? Solo la estoy utilizando y hago esto para acercarmele y así descubrir cómo quitarme la maldición"

Rosmane

Me levanté temprano y me vestí con ropa de entrenamiento. Iba a ir al patio donde entrenan los soldados. Desde el secuestro hace años, pude entender que debo poder defenderme yo misma. No puedo depender de los demás y mucho menos ser una debilidad para mi hermano. Al principio quise aprender a pelear con espadas pero mi madre y mi hermano se negaron rotundamente, no querían que me hiciera daño. Por eso opté por usar arco y flecha. Es más simple y no requiero de mucha fuerza física.

Llegué al lugar y ya veo algunos soldados entrenando con espadas. Al verme todos se inclinan a modo de respeto y yo los saludo con una sonrisa. Camino hasta el espacio de tiro al blanco y tomé mi arco, hecho a mi medida. Tomé también las flechas y me preparé para lanzar la primera. Ubiqué correctamente mis pies, giré un poco el torso, apunté a la diana y disparé. No dio donde quería, se clavó en una esquina, un poco lejos del medio. Disparé otra y ocurrió lo mismo. Últimamente no he podido darle al centro. Sacudí mi cabeza para alejar los pensamientos negativos y me concentré en el próximo disparo. Ocurrió lo mismo. Si sigo así no podré ni darle a un enemigo a cinco pasos frente a mí.

Castigo Eterno Where stories live. Discover now