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SEAN

Sosteniendo una taza de café recién hecho, veo por la venta, aguanieve cae, al dudar por la poca acumulación de esta fría combinación dudo que su comienzo haya sido en la noche, el ambiente debe estar frío y húmedo. A decir verdad, cuando el agua nieve se acumule haría más frío que si fuera nieve, siempre pasa lo mismo. Debíamos de comprarle ropa a Dalia para este clima, Ian no muchas cosas para el invierno, temporada que cada vez estaba más cerca. Tomando un trago amargo del líquido de mi taza niego mientras termino de tragar, no le coloque edulcorante.

Rompiendo el sobre dejo que el ligero polvo caiga en la taza, así estará mucho mejor. Un déjà vu se apodera de mí al escuchar a Ian gritar que Dalia no se encuentra en su habitación.

¿Se había vuelto a esconder?

"Amor" Ian llega llamándome. "No la encuentro" menciona con estrías de preocupación en su voz.

"¿Bajo la cama... en el closet?" Pregunto esta vez, disfrutando de mi café.

"Sii" indica un poco más estresado que antes "Diablos hasta la busqué en los cajones" dice riéndose sí mismo. Dalia era pequeña, pero definitivamente no tan pequeña.

"Bien" habló, riéndome levemente. "Debe de estar en algún lado" indico dejando la taza en la mesa. "Búscala por todas las habitaciones de arriba, yo haré lo mismo acá abajo" Antes de que Ian vuelva a subir lo intercepto en el camino "Si se encuentra en la casa estará bien" susurro tratando de tranquilizar su instinto descontrolado. Ian me deja un beso fugaz antes de subir las escaleras.

Caminando por la planta baja llamo el nombre de Dalia mientras abro y cierro puertas al azar, en mi oficina no se encuentra ni ella ni mi celular del trabajo, distrayéndome de mi búsqueda inicial, empiezo a buscar mi celular. Hoy no trabajo, pero eso no quiere decir que tenga el día lo suficientemente libre para no revisar el celular.

Ian aún se encuentra arriba buscando a la escurridiza Dalia, yo, en cambio, modifico mi búsqueda, tal vez dejé el celular en el auto.

Con ese pensamiento me acerco a la cocina a tomar las llaves del vehículo, mi frente se arruga al notar que el perchero donde colocamos los abrigos está caído en el suelo, levantándolo y volviendo a poner los abrigos, abro la puerta.

Mis ojos se abrieron ante la imagen frente a mí, el viento gélido pasa por mi piel expuesta, pero no me estremezco por eso, el cuerpo de Dalia tirado en el césped me hace maldecir.

Mis piernas se mueven por cuenta propia.

No puedo evitar aguantar la respiración para asegurarme que aún permanecía con vida, mis dedos se escurren por su cuello al percibir los latidos de su corazón. Con la palma de mis manos tomo su cara, sus pestañas están comenzando el proceso de congelación con los remanentes del agua nieve, su rostro pálido y congelado, sus labios se encuentran de un tono azulado enfermo, ocasionando un tormentoso escalofrío en mi cuerpo que no tenía absolutamente nada que ver con el frío del ambiente. Mi pecho se invadió por un huracán de emociones, emociones que no me había permitido sentir desde el incendio de nuestra casa. Irá, desconsuelo, preocupación pura y miedo. Terror de haber llegado tarde.

Un sabor metálico pasa por mis papilas gustativas al mi mente, trasladarme a aquella noche, los restos de Tobías incinerados, un escenario tan diferente pero tan similar a este instante. Desaparezco todos los recuerdos dolorosos de mi mente al percibir como sube y baja con dificultad el pecho de la jovencita, en el menor de los escenarios se habría ganado Dalia una pulmonía, en el peor... descansar junto a Tobías.

Flácida en mis brazos, la levanto, no requiero la mayor de mis fuerzas para salir corriendo al interior de la casa, grito llamando a Ian.

"¿Pero qué mierda?" Su tono me indica lo impactado que está, igual que yo hace segundos. Definitivamente, ambos habíamos pensado de forma errónea que se encontraba escondida dentro de casa, en algún lugar y no afuera, congelada.

"La encontré afuera" Explico rápidamente. "Necesitamos calentarla" Suelto en medio de mi fuerte respiración.

"¡Al baño!" Indica subiendo de dos en dos las escaleras, con un pequeño espacio entre nosotros subo detrás de él.

"¡Llena la bañera con la regadera!" Exclamó, al percibir sus planes de utilizar el grifo de la bañera.

"¡Métela!" Su voz desesperada resuena en el hecho del baño. "No" respondo sentándome en el suelo, con el cuerpo flácido de Dalia sobre mí. "Tengo que asegurarme de que no tenga ningún signo de congelación" explicó quitando rápidamente la camisa manga larga, parte de su pijama. Ian ahoga un suspiro al ver los surcos que se apoderan de su piel. "Revisa el color de sus pies" exclamó sacándolo del trance.

"Rojos" exclama ayudándome a deslizar el pantalón de su pijama. Mis manos se mueven entre los dedos de sus manos, orejas, nariz y mentón. "Bien" manifiesto levantándome con ella en brazos.

El agua me golpea haciendo que mi ropa se vuelva más pesada, no es algo que me importe, la ropa se puede lavar y secar, una vida cuando dejaba este plano no se podía regresar.

"Santa mierda" susurro para mí mismo, dejando mis labios en la coronilla de Dalia. La adrenalina poco a poco dejaba mi cuerpo, asiéndome aún más consiente de la situación.

"No podemos esperar a que esto vuelva a pasar" Ian suelta haciéndome asentir. Agachándome, me siento en la tina, dejando mis piernas abiertas, sitúo a Dalia en el centro, el agua la cubre casi por completo, mi pecho mantiene su cabeza fuera de esta, mis brazos sostienen los suyos debajo de mí, con suerte el agua hará que entre en calor.

"Vamos a tener que hablar con ella" Suelto después de un rato en silencio, aun manteniéndola en mis brazos. Ian cambia el flujo de agua del cabezal de la ducha a la manguera. Manteniendo su cabeza de lado y un poco hacia arriba se encarga de cuidar de ella mientras la mantengo segura en mis brazos.

El cabello antes congelado de Dalia es llenado por espuma, Ian pasa sus manos frotando el champú, limpiando su cabello, repite esta acción dos veces, hasta que está conforme.

"No pude evitar pensar en Tobías" Suelto sin más. Su cara se contrae, sus ojos transmiten preocupación.

"No la perdimos" asegura mientras mantiene su concentración en el cuero cabelludo de Dalia, pero su atención en mí.

"Casi lo hacemos" respondo más pesimista. "Morir incinerado y congelado es lo peor de dos mundos" replico. "Si no hubiera llegado a tiempo hubiera muerto congelada" suelto el tumulto de pensamientos que atraviesan mi cabeza.

"No puedo soportar la idea de haber perdido a alguien más" manifiesto "Yo no quería esto en un principio. ¡Te lo dije! Pero un día llegas con..."

"¿Tomaste tu medicina?" Pregunta quedándose quieto, analizando. No había hablado en ningún momento, dejándome a mí la palabra.

"Cómo voy a tomarla, sí, apenas estaba tomando mi café" respondo más irritado que hace minutos. Por alguna razón me enojo con él y su comentario imprudente.

"Bien, bien" responde elevando las manos en seña de paz. "Voy a poner más caliente la habitación" avisa "Traeré tu medicina y algunas cuantas toallas" indica sacando el secador de pelo de alguno de los cajones del baño. Su forma de detener mi verborrea funciona, conscientemente del cuerpo entre mis brazos, agradezco silenciosamente que me haya hecho parar de hablar, no sé qué haría si Dalia me hubiera escuchado hablando de eso con él.

"Lo siento" me disculpo por mi actitud de antes, obtengo un guiño de su parte antes de que salga del baño.

Dalia se mueve un poco, expectante la observo esperando alguna señal de conciencia, sus ojos se abre muy poco y antes de que pudiera decir algo o siquiera preocuparme por la posibilidad de que hubiera escuchado nuestra conversación, vuelve a cerrar sus ojos, suspirando, pega de nuevo su mejilla a mi pecho cubierto por ropa. La mantengo abrazada mientras duerme, al menos un poco más tranquilo.

"Tenemos suerte, Dalia" Susurro soltando un lento beso en su cabello limpio.

Amarte, Dalia.Where stories live. Discover now