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DALIA

Camino detrás del señor Ian cuando el me ayuda a salir del auto.

Trato de permanecer lo más escondida posible. No me siento cómoda al estar enfrente de el, no cuando se las consecuencias de desobedecer las reglas instauradas para mi. —"Siempre debes estar detrás de mi, no quiero que sepan que alguien tan despreciable esta en mi poder"— Recuerdo las palabras de maestro. Siempre detrás, siempre detrás. Repito una y otra vez. La última vez que había salido con maestro había olvidado su regla, el se enojó muchísimo cuando lo adelante. Desde ese momento no había vuelto a salir.

Es cuando siento los dedos del Señor Ian posarse sobre la manta en mis hombros que me doy cuenta lo que está sucediendo.

No había visto los tres escalones que se encuentran antes de llegar a la puerta, silenciosamente agradezco su leve advertencia. No quería caer, puesto no encontraría la fuerza para lograr levantarme, permanecería en el suelo si me caía. No quiero caer.

Con la mirada baja procuro subir con cuidado los escalones. A pesar de que mis piernas ahora tienen la suficiente fuerza para sostener el peso de mi cuerpo por un periodo de tiempo moderado, trato de tener cuidado. Cuando escape del lugar donde maestro me mantenía me fue imposible sostenerme con las piernas, salí arrastrándome. A los días logre que mis piernas soportaran el peso de mi cuerpo, y después fue que logre caminar de nuevo, al menos por un corto periodo de tiempo.

Cuando escape me jure no volver a estar en un lugar pequeño y apretado como lo eran las jaulas en la vivienda de maestro. Pero al encontrarme libre, sin maestro presente, sola en la calle, encontré confort en los lugares pequeños. Agujeros en la pared y cajas amontonadas generaban una especie de capullo donde yacía por las frías noches, en el día me movía pero al caer la noche siempre volvía al mismo lugar, al menos hasta que encontré el lugar donde el señor Ian me encontró.

Por el momento, si el señor Ian simplemente me brindaba una esquina de cualquier habitación estaría completamente bien, solo deseo sentir calor nuevamente. Calor como el que genera el auto.

Enfrente de la puerta de la casa, observo a alguien caminar detrás de esta. El vidrio de la puerta me permite ver la sombra de la persona. Cuando se escucha el sonido de la puerta abriéndose retrocedo.

"Hola" un hombre grande, más que el señor Ian, es quien abre la puerta. De pronto recuerdo el comentario que el Señor Ian me dijo en el auto. Cicatrices. Curiosa elevo un poco la vista, pero antes de poder siquiera observar al hombre, me percato que sus ojos están destinados en mí. Abandonado mi plan, agacho la mirada. Esperando no haber molestado al hombre. Es lo menos que quiero ahora que me encuentro en un lugar completamente extraño y no se volver al sector donde he vagado por días... meses tal vez.

"Hola, mi amor" El señor Ian responde. Acercándose al otro hombre deja un beso en su mejilla antes de darse la vuelta, dejando una mano en la espalda de este, el señor Ian me presenta.

"Ella es Dalia" Dice.

El otro hombre parece incrédulo. Viéndome intensamente siento cómo me voy encogiendo cada vez más. No me quiere aquí. No me quiere aquí.

"Se quedará con nosotros por un tiempo" murmura. El señor desconocido observa por un tiempo al señor Ian, este le dice algo antes de acercarse al porche, dónde me encuentro yo, de pie y sin saber que hacer o a donde ir.

"Hola Dalia, mi nombre es Sean" Se presenta. Su mano esta elevada, a mitad de camino se mantiene. No comprendo por que a hecho eso.

"Es un poco tímida" la voz del señor Ian hace presencia. Encogiéndome en los trapos de tela que cubren mi cuerpo trato de comprender la situación.

Amarte, Dalia.Where stories live. Discover now