Después de que esa persona se fuera de su vida estaba sola.
Pasó toda su adolescencia con ese hecho, y es que su condición la obligaba a no entablar relaciones tan íntimas, haciendo que esa soledad creciera hasta hacerla una chica fría y dura ante...
Estaba en la casa de los Swan un poco seria, y es que había recibido una llamada de Charlie en la que tenía un tono un tanto dudoso.
Me pidió venir a su casa y aquí estaba. Los dos sentados en la mesa de la cocina. Los dos mirando al mantel. Los dos en nuestro mundo. Pero los dos con el mismo pensamiento...
Y el causante de esta situación era un simple trozo de papel...la invitación a la boda de Edward e Isabella.
─ Tan...¿Tan rápido? ─ preguntó el hombre serio, más bien preocupado diría yo. Suspiré.
Suspiré porque sabía más que él. Sabía que una vez que se casaran ya no habría vuelta a tras. Sabía que una vez se casaran...Isabella se iría de casa dejando de ser humana.
Y eso Charlie no lo sabia.
─ Se quieren mucho...─ respondí yo como pude.
Y si. Se querían mucho, muchísimo, demasiado. Eso nos lo habían demostrado muchas veces.
Pero aún así yo tenía mis dudas.
No por parte de Isabella, sino por Edward. Tenía una conversación pendiente con él.
─ Creo que se están precipitando ─ dijo Charlie preocupado.
─ Se que son muy jóvenes, pero lo tienen claro, Charlie ─ dije agarrando su mano.
─ Yo también lo tenía claro con René, Gala. ─ me dijo con el ceño levemente fruncido. Miró hacia el suelo y casi inconscientemente le dio un apretón a nuestro agarre.
Sabía que él aún la seguía teniendo en el pensamiento, así que se le hacía difícil hablar sobre ese tema. Le di una pequeña sonrisa apoyándole.
─ Nos enamoramos, nos queríamos y nos casamos sin pensarlo mucho. Bella nació al poco tiempo y tan solo unos meses más nos divorciamos. ─ contó aún mirando al suelo. ─ No...no estoy muy convencido de esto. No quiero que la historia se repita.
─ Yo creo que no se repetirá. Creo que...el amor que sienten solo lo entienden ellos y eso les une de sobremanera. ─ dije suavemente ─ Pero aún así, Isabella es tu hija, tu niña, es entendible tu temor. Solo...habla con ella, ábrete a tu hija y que ella lo haga contigo, asi los dos os entenderéis y estareis mucho mejor.
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Después de terminar de hablar y de pasar parte de la tarde juntos, volví a casa.
Un día que se mantenia un poco soleado rápidamente cambió a una fuerte lluvia de la que todos aquí estábamos acostumbrados, una vez llegada la tarde-noche. Así que mi plan se basó en ponerme el pijama y ver una película para mantener mi mente relajada y permitirme un momento de relax.
Pero en cierto momento, a mitad de la película, un fuerte golpe se oyó en el segundo piso alertándome. Subí rápidamente las escaleras y entré en la primera puerta: mi habitación.
