Capítulo 1 {EDITADO: 20-11}

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Capítulo 1

11 de septiembre del 2001

8:50

¿En serio este es mi fin? ¿Asfixiado en una cocina-cafetería para empleados de la planta cuarenta y cuatro y vestido con el peor traje que tengo? Siempre imaginé que iba a morir en las Bahamas, rodeado de palmeras y con un tío cachas por marido. ¿Qué ha pasado? ¡Yo qué sé! Solo que hace cuarenta y cinco minutos, mientras mi compañero Kevin Jones y yo tomábamos nuestro segundo café del día, el edificio se inclinó casi seis grados hacia el río Hudson, nos caímos al suelo y con el vaivén la puerta se ha atrancado. ¿De verdad este va a ser el final de mi vida? ¿Con Kevin intentando tirarla a patadas y con humo saliendo de los conductos de ventilación?

Miro la hora en el reloj: son las nueve y un minuto. Escribo la última palabra de mi posible epitafio y dejo el bolígrafo encima del bloc de notas.

—Deja eso y pon algo en la cosa esa de ventilación. ¡Nos vamos a asfixiar!

Lo peor de todo es que con el movimiento del dichoso edificio se me ha caído la cafetera casi llena encima de la mano y tengo una quemadura bastante grave, sé que es importante porque no me duele.

Miro por la ventana y veo caer una chaqueta marrón.

—¡Atta, ayúdame!

No sé lo que está pasando allí fuera, pero tengo mucho miedo.

9:02

¡Madre mía, vaya día de mierda me espera! Y eso que acaba de empezar... se oye un nuevo estruendo y Kevin, por puro acto reflejo, mira hacia arriba. ¡Oh no! El temblor ha vuelto y me agarro al radiador hasta que noto dolor en la mano herida. Si no fuera imposible pensaría que es un terremoto pero ¿en Nueva York? Ni de broma, eso solo pasa en esas películas malas tipo «Terremoto en Nueva York» o «10.0 grados: hecatombe». Miro por la ventana y veo un reflejo naranja en el cristal. Miro a Kevin.

—Kev, creo que algo ha explotado otra vez.

—Ya lo sé, Wal. Concentrémonos en abrir esto. Tenemos que salir de aquí ipso facto.

Cojo una de las sillas y la estrello contra la puerta, ésta cruje pero no se abre. Pego la oreja contra la misma, oigo a alguien gritando y un portón metálico cerrándose. Kevin dice algo que no escucho y le doy otros dos fuertes golpes, pero las bisagras aguantan como campeonas. ¿De qué están hechas, de adamantium?

Pongo la mente en blanco y me digo «no vas a morir con sólo veintitrés años, Atta». Me concentro mientras sudo como un aspersor estropeado, y eso que no suelo hacerlo nunca. Me quito la americana y veo por la ventana que alguien ha tirado otra chaqueta, espera, ¡también los pantalones! Junto con eso caen cientos de papeles, carpetas ¡y hasta una mesa de despacho! ¿Qué coño está pasando? Yo tengo una teoría pero no es nada halagüeña y prefiero guardármela para mí.

[1] Memorias de un superviviente ©2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora