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El fantasma de mi amiga

Esa chaqueta blanca con esa capucha tapando parte de su cabeza. Ese pantalón y sobre todo, su forma de posicionarse al extender su brazo; todas esas cosas se me hacen conocidas. Lo miro fijo por algunos segundos hasta que llego a una rápida y atemorizante conclusión. ¡Estaba frente al mismo loco de la carretera! Ese mismo que causó mi accidente hace dos semanas.

     —¡Apresúrese, por favor! —Me grita fuerte mientras continúa con su mano extendida—. ¡Tome mi brazo y salga pronto! ¡No tenemos todo el día!

     Alzo un poco mi vista y miro con disimulo hacia afuera. Al hacerlo, noto que todo a mí alrededor está convertido en desorden y destrucción. Se sostienen combates y disputas por todas partes. Varios helicópteros sobrevuelan sobre nosotros, mientras una trifulca de personas se enfrenta a la policía y a varios agentes que nos acompañaban en el trayecto. Pero no es eso lo que más me impresiona, ya que desde hace rato sabía que la gente estaba enloquecida. Lo que más me causa terror, es que el hombre de chaqueta blanca me mira de frente al tiempo que me ordena tomar su mano, ¡y no sucede nada! Lo miré fijo sin querer hace unos instantes cuando se presentó ante mí y el idiota sigue como si nada; no muere como lo hicieron las demás personas a las que he observado. Solo hay dos explicaciones para esto: o maldición ha finalizado, o este tipo es inmune al efecto que yo produzco.

     Mi cuerpo no reacciona y soy incapaz de responder a su llamado. El hombre sigue repitiéndome que tome su mano, pero mi cuerpo se congela y no acepta ninguna de las órdenes que le envía mi cerebro. No soy capaz de mover un solo músculo ante el asombro que me genera todo este caos. Toda esta destrucción sin precedentes.

     —¡Tome mi mano, Evie! —repite de nuevo—. Se agota el tiempo. ¡Apresúrese por favor!

     —¿Quién es usted? —Le pregunto. Cuando termino de hacerlo me acuerdo del agente—. ¿Dónde está Hewis? ¡Dígame donde está o no tomaré su mano!

     —El señor Danner está bien —responde. Me causa una enorme sorpresa que conozca su nombre—. Él nos dará un poco de tiempo para irnos.

     —¿Él está con usted en esto?

     —¡Por favor, Evie! —dice con voz fuerte—. Ahora no estamos para interrogatorios. Si no la saco de aquí, en pocas horas estará en un laboratorio.

     Sus palabras me recuerdan algo de lo que me dijo Hewis sobre el Departamento de investigaciones. Mencionó que allí querían experimentar conmigo y que debía enviarme a ese lugar, pero que estaba tratando de ignorar los protocolos para protegerme. ¿Acaso lo está haciendo? ¿Será que Hewis no pudo seguir ignorando las órdenes y ahora tiene que enfrentarse a todos para evitar que me lleven?

     En el instante en que esos pensamientos surcan como aves sobre mi cabeza, veo que un hombre con prendas policiales se acerca hacia el extraño y le dispara por la espalda. Como era de esperarse, la bala no surte efecto y entonces corre hacia él para intentar neutralizarlo, pero este, con una asombrosa agilidad, no muy común en estos tiempos, se deshace del policía en cuestión de segundos. Luego vuelve hasta la puerta y con la cara llena de enfado extiende su mano una vez más.

     —¿Se va a quedar preguntando por qué está sucediendo todo esto o vendrá conmigo? —pregunta con gesto de pocos amigos. Luego saca de su bolsillo una venda y me la lanza—. Póngase esto pronto —me ordena—. Voy a llevarla conmigo a un sitio seguro.

     Esta vez le hago caso y me pongo la venda sin reparo. Luego le extiendo mi mano y salgo del . Solo escucho ruidos y explosiones aturdidoras por todas partes, como si estuviéramos en medio de un combate entre dos poderosos ejércitos. El extraño me conduce de su mano y por momentos me indica lo que tengo que hacer. "Agáchese", "tírese al suelo", "recuéstese sobre esta pared por un momento", "quédese ahí". Son las órdenes que recibo con frecuencia mientras los disparos me ensordecen y todo a mí alrededor se hace trizas. El extraño no tiene armas y puedo darme cuenta de que pelea con algunas personas utilizando tan solo sus manos. De todas formas no creo que le sirvan de mucho y por eso se limita a quitar los obstáculos, apoyado en su propia agilidad y fuerza. A veces, también siento algunas ráfagas de viento y pequeños remolinos que me rodean como si estuviera en medio de un huracán. Eso me parece bastante extraño porque ya había visto hacia el cielo minutos antes, y cuando lo hice, no encontré una sola señal de tormentas ni nada parecido.

LA MUERTE TIENE OJOS AZULES (Disponible en Librerías)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ