3-ESTAS SIGUIENDOME

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Tuve que regresar con la cara adolorida y con un retraso a la oficina, esperando para poder darle su regalo a Rebeca, y cuando iba cruzando la entrada ya sabía lo que me esperaba; sólo tenía fe ciega en que no fuera así, me dirigí directamente a mi asiento y antes de que pudiera empezar a escribir para continuar la organización de ese mugroso festival la voz de Martita sólo mejoró mi día (nótese aquí el sarcasmo).

—Llegaste tarde otra vez— Dijo en un tono entre regaño y resignación, como si ya se lo esperara.

—Sí lo siento, pero tuve un pequeño problema en el camino.

— ¿Conociste al amor de tu vida? Porque si no fue así no hay nada que lo justifique.

— ¡JA! Como si esas cosas pasaran— Le contesté con mi ya tan característico tono sarcástico, porque no me hubiera hecho ese comentario de haber sabido que más que encontrar al amor de mi vida había ensuciado a una chica, tratado de enmendar mi error y finalmente terminé siendo golpeado en la cara de una manera muy vergonzosa.

—Bueno, viendo que olvidaste mi café— Maldición de nuevo— agradeceré que tuviste el detalle de traerme pastel.

— ¿Traerte pastel?— Pregunté.

Ella señaló con la mirada la caja que tenía el regalo de Rebeca.

—Ah eso, no, luego te traeré algo, pero ese es para Rebeca— contesté sonriendo.

—Ash— Oh si, Ash era la expresión favorita de Martita cuando se hablaba de Rebeca, siempre acompañado de una mueca, esta vez fue la más grosera que tenía en su repertorio de gestos (y vaya que era bastante amplio)— ya te lo he dicho, pero a ti no te gusta hacerme caso muchacho: esa chica no te conviene, es dependiente, grosera y sólo te quiere traer controlado.

Yo ya sabía desde casi el inicio de mi relación con Rebeca que a Martita no le agradaba, porque decía que al ser maestra sustituta dependía del trabajo de los demás, que era aprovechada (ya que al morir la anterior maestra de inglés le suplicó al director quedarse en su lugar); también pensaba que por ser altanera y tener una actitud de que se lo merecía todo no me convenía a mí. Era una conversación que ya habíamos tenido con anterioridad y a decir verdad yo ya estaba consciente de que tenía razón, pero por una parte no le tomaba mucha importancia y por otra decidía ignorarlo.

–Vamos ya te dije que no es tan mala como crees, pero bueno, no puedo dejar pasar nuestro aniversario así nada más– Le contesté con la esperanza de que ya no discutiéramos.

–Bueno chico es tu vida y tú decisión, ya con el tiempo me darás la razón, o tendré que ceder.

–Hablando de eso– Pregunté un poco aliviado y queriendo dar por cerrado el tema, cuando Martita quería dar un punto pocas veces se detenía– ¿No sabes si ya salió?

–Se supone que su clase termina en 10 minutos, pero, así como es seguro ya los dejó salir.

Negué con la cabeza y reí, la verdad es que lo más probable es que eso fuera cierto así que no había como defenderla, tomé la caja con el pastel y me dirigí hacia el pasillo. Lo que me gustaba de esa escuela es que a pesar de ser una primaria sus pasillos eran amplios y estaban decorados de una manera no tan infantil, así que por más mal humor que trajeras era imposible no sentirse cuando menos un poco relajado al mirar esas paredes azuladas.

Llegué y toqué la puerta que ya estaba abierta, sus alumnos tal como Martita suponía ya se encontraban guardando sus cosas y abandonando el aula, Rebeca me miró y tomó su bolso, posteriormente me saludó en la entrada del salón con un beso.

– Hola, te traje algo– le informé con seguridad y tranquilidad.

– Wow ¿algo para mí?– Dijo con un tono neutral, o al menos eso pude saber yo, verán el detalle es que no importara como o que dijera ya tenía ese aire de arrogancia incluido.

Memorias de un corazón torturadoWhere stories live. Discover now