Tan Fría

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Tomó la pistola con su mano derecha y la llevó hacia su sien, suspiro, sintió lo helado del cañón contra su piel. Pestañeo una, dos, tres, cuatro veces y espero a que las lágrimas llegarán, pero no llegaron; paso la lengua por sus labios y volvio a suspirar. Intentó escuchar su mente pero estaba en silencio, completamente en blanco. No supo que más hacer y el tiempo que había pasado se sentía una eternidad, no bajo el arma ni por un segundo, no cambió de opinión, no se le ocurrió nada más que hacer así que hablo en voz alta:
Jesucristo, sé que no he sido una buena persona ni he seguido tu palabra al pie de la letra, pero, te pido que me perdones por eso, y por todas las cosas malas que hice, dije o pensé, te pido que me acompañes, que no me abandones, que te quedes a mi lado y sobre todo que perdones lo que estoy a punto de hacer, perdóname por esta decisión pero es lo único que deseo.
Movió sus dedos despacio y apretó los ojos mientras apretaba del gatillo.
No vio a la muerte de frente, no vio si Jesucristo estaba a su lado, nadie vio la luz irse de sus pupilas, solo quedó a un lado, con los ojos apretados, con miedo e indecisión. Hasta la vez quisiera saber que lugar fue el que encontró al abrir los ojos del otro lado, quien fue la primera persona que vio, pero, nunca sabré eso.

Dulce infiernoWhere stories live. Discover now