Capítulo 6

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El día pasó con relativa calma, la pequeña Catharina solo observa con detenimiento la forma en la que los ángeles corrían de un lado para otro, parecían preocupados.

Desde la nube en la que está sentada, observa cómo los ángeles la ignoran, gritando cosas como "conmoción en el Vaticano", "masacre", "caos". Intenta obviarlo, conoce bastante bien lo que significan esas palabras y no desea recordarlas, jamás.

Escucha el nombre de su hermano y se queda estática, ¿No puede dejarla por un momento en paz? Le tiene miedo, no quiere volver con quién solo la hace quedarse en una burbuja dentro del desván y la obliga a usar sus poderes para que Euclid pueda estudiarla.

Siempre se ha sentido incómoda, buscando el amor que su hermano y Euclid no le dan, ahora sabe lo que es el amor y eso no lo quiere dejar, primero muerta.

Observa el amuleto en su cuello, es bastante curioso que ello le ayude a no enfadarse o usar su poder, le gusta mucho, fue un regalo de su amiga Gabrielle. Toca con mucho cuidado la parte de la luna quien tiene una sonrisa triste, ¿Le habrá sucedido algo como a ella? Sin respuestas, apenas con contados recuerdos de su hermano sobre su familia y apartada de la gente que creía quererla.

Detesta sentirse como un objeto al que su hermano estudia y del cual se preocupa solo cuando hace las cosas bien, de resto es castigada y apartada de todos los demás hasta que se queda sumida en la inmensa tristeza que surca el cielo y se mantiene allí hasta que la dejan salir.

Siente la sonrisa del sol, ¿Alguna vez volverá a verse con aquellos que la acogieron en el Inframundo? Quien sabe, solo desea jugar.

Gabrielle la llama y ella deja de observar el amuleto, la sigue en silencio, con una sonrisa en los labios y agitando su cabello plateado que se está convirtiendo en castaño.

No ha pasado mucho tiempo en el cielo y ya siente que todo está cambiando, incluso en ella...

—Vamos Estella, es hora de que descubras para lo que estás hecha. —Catharina asintió a las palabras de Gabrielle.

Extiende sus manos y ella le entrega una piedra de color dorado, Catharina la aprieta entre sus dedos concentrando su energía allí, no sabe porqué lo hace, pero tiene la necesidad. La piedra se mantiene intacta, no se ilumina siquiera, la pequeña gruñe molesta y una chispa de color rojo se expande alrededor de ella, por un momento se asusta, dejando de respirar, pero Gabrielle la insta a volverlo a intentar.

Con cuidado vuelve a apretarla entre sus manos y luego contra su pecho hasta que una energía de color verde sacude el lugar e incluso a ellas, siente como se expande y roza su espalda hasta hacerla sacar sus alas y notó como estas se transforman de la oscuridad hasta la luz...

Reprime el miedo y se sigue concentrando hasta hacer aparecer varios rosales en el suelo, en las nubes, en Gabrielle y sobre ella, se queda atónita antes de gritar, ¿Eso era algo que podría hacer? Nunca lo pensó real, pero es impresionante, suspira y se deja caer sobre las nubes.

—Bien hecho... —gabrielle sigue sonriendo y aplaude. —Esa es una parte de tu poder, con él puedes crear lo que se te antoje.

Catharina escucha lo que ella le dice mientras recupera la respiración y asiente con lentitud, ¿Cuánto más tendría que aprender?

No sigue prestando atención y cierra los ojos, siempre ha deseado un gato, una mascota para pasar el rato, pero su hermano cada vez que ella le rogaba, la mandaba a hacer cualquier otra cosa, a leer, a investigar o a usar sus poderes para destrozar cosas y hacer que el lugar que el deseaba se prendiera en llamas.

Extiende las manos y las mueve de un lado a otro, imaginando en su mente a un gato negro con los ojos verdes y muy hermoso, quería que hablara.

Escucha un golpe y luego un maullido, abre los ojos y ante ella ve al gato que ha imaginado antes, lo agarra entre sus brazos y lo abraza con ganas.

—Por fin tengo un amiguito...

Gabrielle escuchó eso y su sonrisa se convirtió en una mueca de tristeza, ¿Cuánto había pasado la pequeña? Aún intentaban que se sintiera muy cómoda en el paraíso, pero existían ocasiones en las que no parecía contenta, en especial cuando veía un rincón oscuro o las burbujas e incluso el fuego.

Maldito Rizevim, debió hacer su vida un infierno.

—Ups... Mi ropa está sucia, iré a lavarla, no quiero que se enfaden si me ven sucia...

Gabrielle alcanza a tomar su mano libro y niega diciendo que nadie estaría molesto por verla así, incluso estarían contentos de verla así, divirtiéndose.

Catharina niega, pero ella no la deja irse y decide ensuciarse de igual manera antes de ir con ella  seguir explorando el cielo con el gato que no se separaba de la niña...

Buenas noches

Nuevo capítulo, díganme qué piensan de Lucibelle estarán viendo más de otro punto de vista sobre la relación de estos hermanos...

Todo por ellaWhere stories live. Discover now