Capítulo 8

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El cielo se ha convertido en un caos, los ángeles corren de un lado al otro, las nubes retumban, mientras los rayos caen uno tras otro e impactan en la tierra, intentando contener el poder que ha sido desatado por el artefacto en manos del demonio, sin éxito alguno.

Las llamas sagradas se encuentran con los cuerpos de cada ángel que intenta atrapar entre sus manos al demonio, la amenaza llamada Rizevim. ¿En qué momento su potencial ha crecido hasta esos niveles? Esa era la pregunta que muchos participantes de la batalla se hacían. 

—Señora Gabrielle, su presencia es requerida en la sala de reuniones —la voz fuerte de uno de sus subordinados la alertó y alzó la mirada hacia el joven ángel de cabellos rojizos desde su escritorio—. Es un asunto de suma urgencia.

Gabrielle se levantó, dejando a la pequeña Catharina sentada en su lugar de trabajo, quien escudriñaba un pequeño libro entre sus manos, no parecía prestarle mucha atención, el contenido era por mucho, más interesante que los asuntos de los mayores.

—¿Qué está sucediendo, Alphonse? —apenas salieron del despacho, Gabrielle se posicionó frente a su subordinado, esperando una respuesta.

—Mi señora, la situación en la tierra está fuera de control, el vástago de Lucifer está buscando derrocarnos. 

Gabrielle no dice  nada tan solo lo observa, en especial su túnica de tono crema. S us pensamientos se han remontado a las estrategias que alguna vez Miguel determinó para acabar con todos los descendientes de su hermano caído, entre estas una combinación de agua bendita en aditamiento con la sangre de un arcángel, en este caso de quien desterró a Luzbel del cielo: Miguel.

—Necesito a mi hermano, ¿dónde está él? —la voz grave y serena de Gabrielle, sobresalta al ángel quien sale corriendo—. Alphonse, no pierdas de vista la situación, por amor de Dios.

Una lisa herida apareción en su mejilla, haciéndola recordar el que no debía jurar en vano, aunque fuese una de las pocas ocasiones en las que lo hacía. A veces detestaba que el dialecto humano se le pegara, proveniente de las ocasiones en las que viajaba al mundo a conseguir información, esto le casuaba problemas con sus hermanos y regaños que no hacían más que molestarle. Suspiró.

Se mantuvo a la espera de su subordinado en el pasillo del edificio angelical. Hacía unos años Alphonse fue reclutado por sí misma, utilizando su baraja de cartas. Lo convirtió en un cuatro, una carta intermedia, su talento estaba enfocado en la investigación y en la creación de pequeñas piezas tecnológicas que no se asemejaban a la grandeza de las que su propio hermano y actual lider del cielo creaba constantemente.  

Tomó una bocanada de aire que no le hacía falta para remontarse hacia el despacho de Miguel, Alphonse no estaba siendo de ayuda y sus actitudes francamente eran sospechosas, a veces pensaba en sí reclutarlo había sido la mejor idea, no era elmejor creando cosas, menos siguiendo órdenes, tendía a hacer las cosas que deseaba, casi nunca las que ella como su superiora le encomendaba.

No había tiempo de lamentos, lo que estaba hecho se quedaría de esa forma, hasta que ocuriera alguna eventualidad para la que no estuvieran preparados, como la actual.

Al asomarse por uno de los grandes ventanales del último piso en el edidifcio central, tan solo pudo observar la manera en la que diversidad de plumas revolotean de un lado a otro, al igual que los gritos, ¿dónde estaba Miguel? esa fue su primera incognita, su equipo parecía haberse vuelto loco, apenas pudo captar las frases que decía.

Dio la vuelta hasta la entrada para presentarse frente a ellos, quienes no le prestaron atención, intentó carraspear llamándolos, pero fue en vano. Detuvo con una de sus manos a uno de los ángeles que corrían y lo miró fijamente.

Todo por ellaWhere stories live. Discover now