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Tres días antes de recibir la amenaza.

Nueva York, Estados Unidos.

         El clima neoyorquino estaba en su mayor esplendor, con los vientos fríos chocando contra los ventanales de las cafeterías que le brindaban refugio a los habitantes de la gran ciudad.

En uno de esos cafés se vislumbraba una melena pelirroja cubierta por un gorro negro de lana, la chica estaba bebiendo de su humeante café mientras realizaba un trabajo de último minuto para un empresario dispuesto a pagar una buena cantidad por su servicio express.

Mientras la chica tecleaba en su laptop con precisión, un hombre de cabello marrón y barba se sentaba frente a ella, acomodando su gorra azul marino para poder cubrir parte de su rostro. Duró muy pocos minutos ahí sentando antes de que la chica decidiera abrir la boca ya que él no parecía dispuesto a iniciar la conversación.

—¿De nuevo? —expreso con la voz llena de cansancio.

La pelirroja no tenía que levantar la mirada de la laptop para saber de quién se trataba, tampoco necesitaba sobreanalizar la situación para saber porqué estaba ahí con ella. Era cuestión de lógica e ingenio saber qué estaba ocurriendo, y ella poseía mucho de ello.
Además qué, el solo estaría ahí por una única razón y esa razón no era acompañarla en el café.

—Está vez es diferente, es un problema mayor a cualquier otro y estamos en serios aprietos. —asegura el hombre mientras abría una bolsita de azúcar para depositarla en su humeante café— No estaría aquí si no fuera de vital importancia y lo sabes. No tenemos muchas opciones y el tiempo se está acabando para nosotros.

Una sonrisa burlona se apoderó del rostro de la joven, divertida por las palabras que había empleado el hombre y la actitud que había tomado. Si algo caracterizaba a la pelirroja es que disfruta doblegar a las personas y eso es lo que había hecho con él, lo tenía dándole explicaciones cuando no debía.

—No te estoy pidiendo explicaciones. —aclara, levantando la mirada de la pantalla para verlo a él— Estaré lista en una hora, JJ.

Liverpool, Reino Unido.

Protestas y murmullos se escuchaban por todo el campus universitario mientras que un tipo de cabello gris y gafas trataba de calmarlos a todos, fallando activamente en su misión. Cada vez se aglomeraban más personas y la situación se estaba saliendo de control con rapidez.

—¡Todo es un malentendido! —trata de defenderse el pobre hombre.

—¡No puede decir eso!

—¡Seguiremos protestando, rector Cowell!

Las mujeres que tenían los carteles en las manos los alzaron y empezaron otra vez el canto de protesta, molestas de que estén intentando apaciguar la actividad que estaban llevando a cabo. Ya ellas se habían cansado de callar para mantener el status de la universidad, ya era hora de que todo Liverpool supiera el criadero de cerdos que tiene en su ciudad.

Una chica de gafas y ojos azules llevó sus labios al megáfono y abrió la boca para que sus palabras llegarán a escucharse por todo el campus. Que todos se enteraran de la situación y que pudieran dejar claro el mensaje de protesta.

—¡No nos callaremos! —gritó con molestia mientras apretaba el plástico en sus manos—. ¡No contraten violadores! ¡Esta universidad es un criadero de ellos! ¡Esto es por Melanie, por Jen..–

La chica se vio incapaz de seguir gritando cuando una mano le tapó la boca para proseguir a arrastrarla lejos del grupo de mujeres que llamaban la atención de todas las personas. Nadie pareció notarlo por estar más ocupados viendo el intento de fuga del rector de la universidad, quien trataba de pasar por en medio de los estudiantes en un vago intento de huir.

Los Hijos De América. ©Where stories live. Discover now