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          Eran alrededor de las dos de la mañana cuando Némesis salió a urtadillas de su habitación compartida, teniendo cuidado de que nadie la oyera para no recibir un regaño.

Luego de la reunión, el equipo fue trasladado al nivel tres de la estructura, el cual habían adecuado para que los chicos durmieran ahí mientras siguieran en Italia. Solo contaban con cinco habitaciones, por lo cual debían de dormir en parejas. En el mismo piso hay una pequeña cocina con lo necesario para pudieran alimentarse bien y estar activos en la misión.

Némesis iba en dirección a la cocina por un bocadillo nocturno, siempre que tenían un operativo de gran importancia los nervios golpeaban su puerta y la única manera –medianamente aceptable por la sociedad– con la cual podía calmarse es comiendo.
Lo que no esperaba la pelirroja era encontrarse con una Artemisa sentada en la barra con un montón de papeles a su alrededor. La castaña al parecer está estudiando las escrituras que el gobierno italiano logró encontrar de la época.

Todas las luces del lugar se encontraban apagadas a excepción de la bombilla colgante que se encontraba en el centro de la barra. No iluminaba lo suficiente como para notarlo desde el pasillo pero sí para que se pudiera leer.

—Deberias descansar. —la pelirroja llama la atención de la ojigris, pasando por su lado para llegar al refrigerador— Mañana con Atenea resolveremos esto, tres cerebros son mejores que uno cansando.

—Es que… —la chica dudo al hablar— quería tener algo preparado para presentarselo a Atenea.

Némesis no pudo evitar soltar una pequeña risa por las palabras de su compañera, rodando los ojos por tal cosa. La de ojos cafés no comprendía porque alguien quisiera impresionar a Atenea, lo cual es lo que Artemisa planea. Todo el mundo sabe que la chica que hace honor a la diosa de la sabiduría es un hueso duro de roer, que la única manera en la que se muestre levemente impresionada es que sepas cómo terminar la maldita misión que los está agobiando a todos.

Sí Artemisa le mostraba esos papeles a su compañera, lo único que ricibiria como respuesta es un "okey" y ya.

—No te esfuerces tanto. —abre la puerta del refrigerador y la luz de este refleja contra su rostro, dándole un aire misterioso— Atenea no te dirá nada, debes entender que ella es diferente. No le interesa nada más allá de, pues, ella.

Y aquellas palabras eran ciertas, la ojiazul no mostraba atención  por nada que no fueran ella y sus interés. Si participaba en marchas feministas y ecologistas es porque esos temas le conciernen, si ella no lucha por sus propios derechos ¿Quien lo hará?

—¿Te puedo hacer una pregunta? Aparte de esta, claro está. —bromeó la ojigris, dejando sus apuntes de lado y jugando con la lapicera— ¿Por qué siguen aquí si no les gusta? Digo, podrían desaparecer de la tierra y ya ¿Por qué esperan a terminar su trato?

Artemisa puede que sea la más tímida del grupo, pero no por eso era tonta. En múltiples ocasiones más de un miembro del equipo mostró su disgusto por trabajar con el gobierno, incluso se podría decir que tenían asco de pertenecer a la organización.

Si querían irse de la organización a toda costa ¿Por qué no simplemente desertar? Era lo más factible, abandonan todo y ya.

—Esa es una muy buena pregunta, Artemisa. —la pelirroja tomo una caja de pizza que tiene el nombre de Hermes grabado con un marcador y luego cerro la nevera con sus pies— Me lo he estado preguntando desde hace mucho y siempre llego a la misma conclusión.

—¿Cuál?

—Quiero ser libre, no quiero vivir con el miedo de que en cualquier momento ellos vendrán por mi. —se sienta en la isla, quedando frente a la ojigris— Si me voy de la organización antes de finalizar el trato, ellos no dudarán en cazarme y esta vez no será para que forme parte del equipo.

Los Hijos De América. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora