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       Tal vez, solo tal vez, Artemisa no debió de entrar de tal manera a la sala de interrogatorios. Quizás debió de revisar por el vidrio antes o escuchar la conversión para saber si no interrumpir nada. Lamentablemente la castaña no lo hizo y eso provocó una pequeña fractura en la paciencia de las chicas que llevaban rato tratando de sacarle información al terrorista.

Y tal vez no había sido solo una pequeña fractura en la paciencia de las chicas.

Quizás fue una gran fractura.

—¡¿Que mierda está mal contigo?

Apenas salieron de la sala, esas fueron las palabras de Afrodita, quien movía sus manos de forma brusca y su pecho subía y bajaba por la molestia. Era de entenderse, llevaba un buen rato sacando provecho de una mala situación para conseguir algo de información y cuando por fin el sujeto iba a abrir la boca para hablar la de ojos grisáceos decidió interrumpir.

—¡Arruinaste la oportunidad perfecta! —siguió gruñendo la rubia.

Por otro lado, Atenea y Nyx veían con clara molestia a la chica. No iban a explotar y dejar que sus sentimientos controlarán la situación –como era el caso de Afrodita–, pero tampoco iban a fingir que nada había sucedido. Todas tenían entrenamiento psicológico para no dejarse llevar por los sentimientos y siempre pensar con la cabeza fría, pero al parecer Afrodita tenía demasiados sentimientos chocando entre sí como para poder contratarse.

Y no era para menos, Artemisa había arruinado la situación y tenía que saberlo para que no lo volviera a repetir

—No fue mi intención, en serio. —habla de forma torpe la chica, tratando de defenderse en vano— Es que dijeron que apenas terminaríamos vinieramos a informar, no sabía que era...

—Ese es tu puto problema, aquí no puedes andar sin saber que ocurre a tu maldito alrededor. —le interrumpió Nyx, viéndola con desaprobación— Si no cambias eso vas a terminar muerta, no puedes actuar de forma impulsiva.

Esas fueron las únicas palabras que la pelinegra le dirigió antes de irse por uno de los pasillos que la llevaría a la habitación donde Hermes tenía el mapa reconstruido. Habían arruinado su trabajo y esperaba que la razón por lo que lo hicieron valiera la pena.

Atenea ni siquiera vio a Artemisa antes de seguir los pasos de su compañera de mayor altura, ni quiera le dirigió una miseria palabra. En la mente de la de gafas estaba la idea de que nueva integrante era demasiado lenta y torpe como para estar en el equipo, que por culpa de ella alguien iba a morir. Y Atenea no iba a ser ese alguien, así que mantenía la mayor distancia posible para evitar cualquier altercado.

La castaña parecía un cachorro regañado por haber mordido las pantuflas de su dueño. Tenía la cabeza gacha y movía sus pies con nerviosismo, Afrodita aún seguía frente a ella y estaba segura que la rubia tenía mucho que decir sobre cómo había arruinado todo.
Artemisa iba a aceptar todo, era su culpa, debía de aprender de esta situación y mejorar.

—Mira, lamento como reaccione.

Si decimos que a Artemisa no le sorprendieron las palabras de la Diosa del amor estaríamos mintiendo en grande, la castaña trato de disimular su asombro con algún gesto pero la mueca que tenía la rubia en el rostro le hizo saber que falló.

—No tienes que disculparte, yo hice mal.

—No, actúe mal, está apenas es tu primera misión y ha sido todo muy rápido. —siguió hablando, movía las manos de un lado al otro— Nyx tiene razón, si no aprendes a nadar un tiburón terminará comiéndote, y más en este caso que tenemos asignado. Debes comenzar a saber cómo son las cosas aquí, como disculpa yo te lo explicaré. —la rubia hizo una mueca con los labios—  Pero ahora debemos de ir a ver ese mapa de mierda.

Los Hijos De América. ©Where stories live. Discover now