¿Y ahora?

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Mi mente se queda en blanco. Mis párpados caen automáticamente. Lo único que visualizo es el roce de los labios de Laura con los míos. Son suaves, rosas, gentiles y húmedos. Acarician los míos con amor, con cuidado. Los disfruta tanto como los protege. Mis palpitaciones se aceleran. Mi corazón late con fuerza.

Y cuando siento que el tiempo se ha detenido, Laura se separa y me muestra su sonrisa traviesa. Me queda la sensación de que se ha acabado demasiado rápido.

—Laura, ¿qué haces? —le cuestiono con la voz más delicada y agradable que probablemente haya emitido en mi vida.

Ella no responde, o sí, lo hace con esa mirada pícara y esa sonrisa inocente. No necesita hablar para decirme que está jugando.

Y entonces me ataca de nuevo. Apenas me choca con los labios y se aparta.

—¡Laura! —exclamo.

Ella repite la secuencia dos veces seguidas. Es como un pajarito dándome esponjosos picotazos en los labios. Intento frenarla, pero la voluntad me flaquea, solo me rinde para reír.

—¡Ja, ja, ja! ¡Estás borracha! ¡Estate quie...! —Y me silencia con otro beso fugaz.

Pero esta vez no la dejo escapar. En plena retirada la cazo por su redondeada barbilla. Es mía. Poseo sus labios con fervor. Mi beso se torna más agresivo. Chupo esa piel tan fina y jugosa, la secuestro en mi boca. Mi lengua dibuja el contorno de su sensual carne. ¿Qué pretendo exactamente? ¿Conquistar su boca como hizo conmigo?

El sonido del ascensor me obliga a detener mi impulsivo arranque, me devuelve a la realidad dentro de la poca lucidez que me queda. Y termino mordiéndole el labio hasta infligirle un poco de daño.

—¡Ah! —se queja.

—Así te estarás quieta. Venga, de pie —le digo con cierta seriedad, pero las risas continúan.

Laura no se da por vencida e intenta besarme otra vez. No me molesta en lo absoluto, me resulta muy graciosa. Consigo frenarla.

—¡Laura! ¡Que sabes a vómito, cerdita! Estás más borracha que un loro ahogado en un barril... Tirando para el ascensor, ¡vamos!

Tengo que llevarla prácticamente a rastras mientras me pone carita de triste. Me parece un milagro conseguir meterla en el ascensor, cerrar la puerta y pulsar el botón al octavo sin que se me desplome. Incluso a mí no me vendría mal un apoyo.

—Tengo sueño —dice Laura adormecida, recostada en mí y dando largos y pesados pestañazos.

—Ya casi llegamos. Aguanta un poco —digo mientras acaricio su cabeza y el ascensor sube.

Por fin se ha quedado quieta, pero me ha encantado profundizar en este lado suyo. Es tan juguetona, tan cariñosa. Un angelito travieso. Ella es así y me gusta. Soy afortunada de tenerla como cuñada. Debo tomarme su beso como una muestra del afecto que me tiene. Por eso la correspondí.

One last time... Na, na, na... —tararea en voz baja y me abraza.

Esto no me había ocurrido nunca. Laurita...

El ascensor se detiene en nuestra planta. Salir se convierte en un desafío más complicado que acceder, pero lo supero entre tropezones y risas sin sentido. Me esfuerzo para controlarme antes de abrir la puerta de casa. Si Eric está dentro, rezo para que esté durmiendo y que no nos vea en este estado tan lamentable. ¿Qué diría de mí cuando viera a su hermana por los suelos?

Entramos. Todo está oscuro y en silencio, lo tomo como una buena señal. El destino solo puede ser uno: la habitación de Laura. Descubro su guarida cuando enciendo la luz. Me sorprende cuánto ha cambiado este cuarto desde la última vez que entré para limpiarlo. Creía que el equipaje de Laura sería sinónimo de ropa y algún recuerdo importante, pero va más allá. Ha llenado la estantería de libros de dibujos por lo que alcanzo a ver y figuras. Lo que más me llama la atención son los pósteres de chicas asiáticas, deduzco que sus ídolos cantantes. Pero no reparo en más detalles. La dejo caer como un saco de piedras en la cama. Rebota en el colchón. Apenas reacciona.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Where stories live. Discover now