Juego Sucio

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Laurita juega con mis pechos, los presiona con la fuerza y la suavidad de una ola al romper en una roca. Sus labios y su lengua se alían para someter a mi cuello con su húmeda caricia. Un agradable cosquilleo me doblega de inmediato.

—Laurita, ¡para! Puede venir alguien —digo con una voz tan debilitada como mi cuerpo. Ella continúa poseyéndome a su antojo—. ¡Laurita! ¿No oyes a la gente por el pasillo?

Los pasos, los chillidos, todo ocurre al otro lado de la puerta. Cualquiera podría entrar de un momento a otro. ¿Y si nos descubren haciendo esto? ¡Qué nervios! Esta mezcla de placer y deseo con inquietud me enloquece. Quiero y no quiero. ¿Cómo puede ella estar tan tranquila?

—Esa boca está demasiado gruñona. Creo tener el remedio para que se relaje —susurra en mi oído y restriega sus labios por mi mejilla hasta fundirlos con los míos.

Besarme con ella me resulta tan excitante que respondo apretujándola contra mí. Mis manos caen de su cintura a su trasero y se apoderan gustosas de sus nalgas. Supongo que podemos ceder a un poco de pasión sin problemas.

Laurita me hace gemir dentro de su boca al descubrir mis pechos en pleno manoseo. El tacto directo de su piel con la mía dispara mi tentación. Pero eso no es todo, abandona mis labios para estimular mis pezones con su lengua. ¡Qué placer! Los lame como si catara una exquisitez mientras junta mis senos. Me excita que me tome. Me excita que me tenga con media blusa abierta y el sostén apartado. Me excita que nuestros cuerpos se froten lujuriosos. No me queda otra opción que silenciarme con una mano porque mi estremecimiento ansía expresarse. El ruido en el pasillo ha menguado, pero mi descontrol podría convertirse en una alarma delatora. Esto es lo máximo que debo permitirle a Laurita, no puedo asumir más riesgos, tengo el corazón en la boca.

—¡Qué rica eres! —exclama, me muerde un pezón y se agacha. Sus manos invaden bajo mi falda. ¡La muy pícara se está posicionando para algo más!

—¡Laurita, no! ¡Eso no! —la riño en voz baja, aunque poco impone una persona excitada—. ¡¿Estás loca?! ¡Puede venir alguien!

—Esto es un anticipo de lo que te haré esta tarde. Si tienes miedo, te sugiero que aguantes bien la puerta —dice tan tranquila y guía mi pierna por encima de su hombro.

—¡Laurita! ¡No! ¡No! —niego, niego una y otra vez en vano. Su cabeza se coloca entre mis piernas y sus dedos traviesos pliegan mi falda y conquistan mis bragas. Mi resistencia es ridícula—. ¡Laurita!

Muerdo mi puño para acallar el placentero gemido. Me aferro a sus cabellos y me respaldo en la puerta. Rezo para que nadie interrumpa este momento. La vista se me pierde en el techo blanquecino. Mi cuerpo se contrae con fuerza, aunque mis piernas flaquean. Estoy asustada y sudorosa porque alguien podría aparecer, pero los suculentos lametazos me vencen, nublan mi juicio. La lengua de Laurita en mi intimidad ejerce ese poder sobre mí.

Su boca se deleita con mi zona erógena a su antojo. Mi chica se adueña de mí en el instituto, ¡no me lo puedo creer! Su complaciente órgano me hace perder la cordura con su danza dentro de mí, incluso me suscita un ligero meneo involuntario. Laurita me seduce en exceso con sus juegos.

Me humedezco, soy su manantial. Apretujo sus cabellos y la presiono ligeramente para sentirla más. Quiero que siga hasta el final. Quiero sucumbir ante su adictiva lengua.

TOC, TOC

Llaman a la puerta e intentan abrirla. Los goterones de sudor me brotan por las axilas, la espalda y las sienes. Mis ojos se expanden al máximo. Mi corazón se detiene durante la angustiosa milésima de segundo en la que me paralizo y prosigue estallando en un arranque de nerviosismo. El peso de mi cuerpo recostado en la puerta nos ha salvado.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Where stories live. Discover now