Capítulo 1

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Septiembre de 1999

Narra Aradia:
Vuelta a clases, una de las peores cosas que podían existir. Solo deseaba que me tocara en una clase donde no estuviera rodeada de idiotas. Me asegure de tener todo lo necesario antes de dirigirme al instituto.

Mientras más me acercaba más me preguntaba si todo saldría bien. Nunca fui muy sociable y no me interesaba serlo. Solo tenía a una persona y con ella me sobraba.

Empecé a escuchar gritos cercanos. Un grupo de chavales iban por la misma ruta que yo para llegar a clase. Eran los populares. No me podía encontrar con otro grupo. Cogí un camino distinto atravesando un parque. Por lo menos allí había tranquilidad.

-Relajate- me decía a mi misma-. Todo sera como siempre, ellos nunca te molestaron y eso no va a cambiar. Eres invisible para ellos.

Me pare pensando en lo que había dicho. Invisible. Si, esa era la mejor palabra para definirme. Nadie se fijo nunca en mi, nadie conocía mi existencia. Solo ella se dio cuenta de mi presencia. Supongo que esa es una de las razones por la que la amo, porque fue la primera que me vio.

Moví la cabeza hacia los lados y seguí adelante, no podía seguir pensando en esas cosas. No de esa manera. Escuche un sonido familiar cerca mio. Un graznido de patos. Se veían tan bonitos en el estanque, tanto que decidí sacar una foto.

-Ha salido perfecta, voy a enseñársela a Salma en cuanto llegue.-dije dándome prisa por llegar.

***

Ya se había hecho la típica charla de principio de curso y nos habían asignado las clases. Por suerte Salma estaba conmigo. Me senté al lado de la ventana y ella se puse justo detrás para apoyarse en la columna. Así podríamos hablar sin problemas. Estire mis piernas en la silla de al lado. Nadie se iba a sentar ahí, ya lo tenía asumido.

-Hola Salma- esa voz.- No te veía desde que empezaron las vacaciones- no había ninguna duda, era Irene, una de las mejores amigas de Salma. Se lanzo encima de Salma para abrazarla con fuerza. Eso me jodió, no voy a negarlo. No puedo culparla por tener amistades. De hecho se merece vivir como ella lo deseé. Pero eso no quitaba que me doliera verla dándose cariño con alguien más que no fuera yo.

-Hola enana ¿Que tal todo?

-Genial. Oh, hola Aradia. No te había visto- saludo alegremente.

-Suele pasar. Tiempo sin vernos- dije chocando los cinco. Me caía bien, al menos no era idiota. No la dio tiempo a responder pues ya había entrado nuestra maestra. Se sentó junto a Salma, mientras que mi asiento continuaba vacío.

Paso la mañana hasta la hora del recreo. No sabía que hacer, así que saque un libro que no me dio tiempo a terminar.

-Vamos Aradia. Deja el libro de una vez- me agarro del brazo levantándome del asiento. Si ella estaba conmigo durante los recreos no me aburriría. Recordé la foto.

-Oye Salma, tengo que enseñarte algo- rebusque en la mochila buscando la cámara.

-¡Salma! Vamos al auditorio ¿Quieres venir?- pregunto Irene.

-Claro, ahora voy.

-Espera Sal..

-Luego me lo enseñas- dijo para irse con Irene. Otra vez sola. Suspire y cogí el libro de nuevo.

Así estuvo todo lo que quedo de día, ni siquiera estuvimos juntas para volver a casa. Me sentía tan abandonada. Dolía, pero no podía hacer nada. No iba a acoplarme con gente a la que ni conozco y menos sin ser invitada. Llegue a mi casa molesta, cerrando la puerta con fuerza. Me dirigí hacia mi habitación para dejar la mochila y quitarme las zapatillas. Todo estaba tan tranquilo. Espere unos minutos rezando porque nadie me molestara para dirigirme a la única habitación cerrada con llave. Camine al fondo del pasillo hasta llegar a ella, saque la llave y la gire con suma delicadeza. Un click me dio la señal de que ya se podía pasar. Entre sin más y observe la habitación, estaba tal y como la deje la última vez. Fotos, muchas de ellas, colgaban por las paredes frontales de la habitación, todas y cada una eran fotos que tenía de Salma. Tan hermosa, tan delicada, tan perfecta. Saque la última foto guardada en mi cámara para colgarla y me senté en una de las sillas.

Era una habitación algo oscura pues no tenia ventana, un error de construcción en el edificio. Fuera lo que fuese me vino genial, pues yo era la única que contaba con una habitación extra, una en la que nadie podía entrar. En el centro había una radio antigua apoyada en una mesa. Era uno de los pocos recuerdos que conservaba de mi padre. Nunca funciono, ni siquiera se porque la sigo teniendo. Podría probar una vez más.

Me senté frente a la radio y empecé a manipular los controles. El dial de radio no conseguía ninguna señal, por mucho que lo intentara.

-Es inútil- susurré dejando lo que estaba haciendo. Estaba apunto de salir de la habitación, hasta que un ruido llamo mi atención. La radio, estaba funcionando-. Así que sigues viva.

Volví a trastear con ella. Solo daba una señal, pero no se oía nada, solo la estética.

-Supongo que era demasiado pedir- necesitaba desfogarme de alguna manera por el día de mierda que había tenido. Cogí el micrófono que estaba al lado de la radio-. Hola a todos mis oyentes, los cuales sois ninguno. Con una radio tan anticuada no me extraña nada que no haya ninguna señal estable. Contemos los acontecimientos de hoy, he estado completamente sola, sin nadie, pensando que la única persona que estaba a mi lado me abandona a la mínima. Pero no, no la puedo culpar. Solo puedo culparme a mi, tan débil, tan rota, tan inservible. Si me hiciera más fuerte seguro que se fijaría en mi. Dejaría de ser invisible para el resto. La gente me conocería y... ¡Todos conocerían mi puto nombre!- empecé a reír descontroladamente. Mi obsesión y mi ambición habían acabado con la poca cordura que me quedaba ¿Qué se podía esperar de alguien roto? Una risa resonó en mi cabeza. No era la mía. Sonaba cortada, como si viniera de la radio. Parece que hasta mi cabeza me esta dando la razón.

Todo por ti (Alastor y tu)Where stories live. Discover now