Capitulo 04 (Segunda Parte)

39 12 13
                                    

Empezó el partido. Mi hermano había recuperado de manera extraña el ánimo. Viendo la debilidad de mi equipo en la portería, decidimos retrasar nuestras líneas para jugar al contragolpe con Javier. Todavía algo errático, trataba de controlar el balón, pero debido a este torrencial aguacero, mi habilidad con la esférica disminuía al igual que mi visión de juego. Pudimos repeler innumerables ataques de los Felinos contra nuestra portería durante el primer cuarto de hora. Faltando cinco minutos para el final del primer tiempo, Javier cometió una falta contra uno de los delanteros, por lo que fue expulsado. Para empeorar aún más la situación, la lluvia torrencial se debilitó, hasta convertirse en una leve llovizna, lo que le dio al cobrador de esta falta una mejor visión; además, el árbitro cantó tiro libre sin barrera. En pocas palabras: iban a fusilar a mi hermano.

Lamentablemente, pasó lo que todos esperábamos: la primera anotación de cuatro goles que nos marcarían en el primer tiempo. ¡Qué desastre! Nos fuimos a nuestro lado de la banca, desmoralizados y sin Javier. Para mayor desmadre, su sustituto era nada más y nada menos que Ronald, cuyas ojeras denotaban un trasnocho, seguramente por sus interminables juegos cibernéticos. ¡Ahora sí estábamos fritos!

Durante el descanso del primer tiempo, mi padre nos dio las estrategias para buscar el empate. Azael era felicitado por algunos compañeros de equipo salvo Javier, quien le echaba la culpa de dos balones que le pasaron por debajo de las piernas. Me acerqué a darle ánimos:

—Te felicito, Azael, lo estás haciendo bien.

—Claro, hermano; se lo debo a Dios y, por supuesto, a... −fijando la vista al puesto vacío.

Traté de responderle algo, pero mi susto fue interrumpido por el silbato del árbitro, quien nuevamente llamó a los equipos para que se ubicaran en sus lugares. Una vez formados, el árbitro dio inicio al segundo tiempo. Faltando

tres minutos para que terminara el partido, milagrosamente logramos empatar a cuatro tantos, aunque una falta cometida por Ronald generó el cobro de otra infracción sin barrera. El jugador que cobraría esta falta era el mejor delantero de la liga. El contrincante acomodó la pelota con lentitud, lo que nos crispaba los nervios a todos menos a mi hermano, quien extrañamente mostraba una leve risa que denotaba confianza. El silbato sonó y mi hermano se lanzó con todas sus fuerzas hacia el lado contrario de donde iba la pelota.

El sonido del golpe de su cabeza contra el palo de hierro fue mucho más escalofriante que el choque del balón contra la red. Los gritos de gol por parte de los fanáticos se desvanecieron de inmediato cuando Azael empezó a convulsionar. Los paramédicos y todos los que estábamos en el juego nos acercamos; estaba inconsciente, con los ojos en blanco y manchaba el cuello de su camiseta con la sangre que no paraba de fluir de su cabeza. Mi padre, con lágrimas en los ojos, ayudaba a paralizar el cuello de mi inerte hermano. Los paramédicos lo llevaron hacia la ambulancia. Papá tomó mi mano y juntos nos montamos arrancando a toda velocidad.

EL PRISIONERO (El Origen) Primer libro de Siete (Saga)Where stories live. Discover now