EPÍLOGO

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Mentiría si les dijera que Haley recordó todo lo que habíamos pasado y vivimos felices para siempre. Ya han pasado cinco años en los cuales cada uno tomó caminos distintos. Entré a la universidad estatal de Pensilvania junto a Kyle Reyes, ambos jugábamos dentro del equipo de fútbol americano llamado Leones Nitaddy. Todo era una locura, y sinceramente no me agradaba para nada ser acosado por periodistas y fans fuera de mi departamento la mayor parte de los días. Pero amaba jugar, era lo único que me hacía olvidar por un momento a Haley. Haley. Ella está aquí, al igual que yo.

Pero, siendo sincero, nos veíamos pocas veces en el campus. Ella estaba dentro de la facultad de medicina, por lo que su tiempo libre era escaso, y yo, a pesar de estar en unos cuantos cursos de ingeniería, me pasaba la mayor parte en el campo de juego. Además, debía mantener mi promesa, si quería a Haley tenía que mantenerla alejada de mí, porque no podía vivir junto a ella sin contarle todo lo que habíamos vivido, lo que nunca entendería. En eso, la voz de Kyle me hizo volver a la realidad.

—¿Vienes? El entrenador va a matarte —este observó el reloj que teníamos en la cocina para luego proseguir—. En realidad, a ambos.

Asentí de inmediato, levantándome de la silla y llevando mi desayuno al lavaplatos.

—Con Leila vamos a ir a un bar hoy por la noche, y tiene una amiga que quiere conocerte —me comentó mientras iba a por las llaves del coche.

De inmediato solté un bufido, ya estaba harto de las citas que Kyle planeaba para mí.

—Déjalo ya.

—¿Qué cosa?

Me di la vuelta hacia su dirección, cruzándome de brazos.

—Si quiero una cita puedo conseguírmela yo mismo.

—¡Vamos, hombre! Si solo es conocerla, nadie lo ha llamado una cita.

Volqué los ojos.

—No voy a ir. La última vez que me llevaste con Leila y una de sus amigas se me echó encima y terminé escapando por la escalera de emergencia.

Kyle soltó un suspiro.

—No te entiendo.

—No tienes que hacerlo. Cuando quiera salir con una chica créeme que yo lo arreglaré.

Así fue como ambos nos mantuvimos en silencio. Sabía que Kyle solo quería ayudarme, ya que era cierto que salía bastante poco y que estaba desanimado la mayor parte del tiempo, pero una cita no iba a arreglarlo. Finalmente salimos del departamento que compartíamos y nos subimos al coche de Kyle, que al entrar cerró la puerta muy fuerte, observándome con una sonrisa burlona. Y yo lo miré, interrogante.

—¿Qué?

—¿Sigues enamorado de esa chica? —no dije nada, sino que enarqué una ceja—. Esa del instituto, la que besaste en la fiesta después del baile de segundo año... ¡Haley! Sí, creo que así se llamaba.

No dije nada. Desvíe la vista y me concentré en los coches que pasaban junto a nosotros.

—Debes olvidarla, Tyler, ya han pasado años desde que terminó el instituto.

—Solo dos —le corté.

—¿Y? Observar sus fotos en redes sociales no va a ayudarte en nada, te lo aseguro.

—Yo no hago eso.

—A ver. ¿Y quién es esa que aparece en tu foto de pantalla? ¿Tu hermana?

No dije nada, me basté en cruzarme de brazos y no tomarle atención. Con Kyle nos habíamos hecho los mejores amigos desde que por fin se cansó de que lo persiguiera por el instituto desde el día que volví. Él no recordaba nada, y por un lado lo prefería así, ya que si no me hubiera obligado a hablar con Haley y contarle todo lo que había sucedido entre nosotros.

Mi Ángel Guardián II: La mentira mataWhere stories live. Discover now