Capitulo 40: Declaraciones

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(Haley)

Tres minutos. Seis minutos. Nueve minutos. Doce minutos. Quince minutos. Dieciocho minutos. Y así iban moviéndose las manecillas del reloj que estaba colgado en la biblioteca del instituto, dándome a conocer clara-mente que Lauren Davis estaba llegando atrasada a nuestra primera tutoría.

Volqué los ojos, llevando el lápiz nuevamente al cuaderno para seguir garabateando cosas sin sentido, espe-rando a que la reina diera su entrada de una vez por todas. «¿Me voy?», me preguntaba a mí misma, ya que le había advertido a Lauren Davis que si no llegaba a la hora no iba a esperarla.

Pero era Haley Dickens, y no tenía el valor de irme cuando aún existía la posibilidad de que su atraso quizás no fuera por su culpa. Lo peor de todo era que ahora mismo estaba Simon jugando el partido en el que tenía bas-tantes posibilidades de acabar en el hospital por lesión, ya que sus contrincantes eran conocidos en todo el esta-do como los más bruscos y agresivos. Y con solo imaginar a Simon frente a frente con uno de ellos tenía escalo-fríos.

De repente, el sonido de tacones acercándose a mi mesa me hizo levantar la vista a la figura que venía hacia mí. Lauren iba con su celular en mano y con la boca abierta comiendo chicle, bastante femenina.

—Llegas tarde —me basté a decirle cuando ya la tenía frente a mí. Lauren solo asintió con la cabeza para to-mar asiento—. ¿Por qué?

Tuve que repetir la pregunta dos veces, y al fin Lauren se despegó de su aparato.

—Cosas, pero ya estoy aquí —se limitó a decir, tajante.

Me mordí el labio, asintiendo con la cabeza, mientras millones de ofensas pasaron por mi cabeza, pero ahí se quedaron.

—Comencemos —saqué unos cuantos apuntes de mi cartera. Lauren, por su parte, estaba ocupada con el móvil—. Saca tu cuaderno —le ordené subiendo la voz, a lo que esta dejó su celular de lado e hizo lo que le había dicho.

«Bien, al menos me había hecho caso».

—¿Qué es lo que no entiendes? —le pregunté cuando ya estábamos las dos listas para comenzar.

—Desde... —esta comenzó a hojear su cuaderno, que prácticamente solo contaba con corazones y garabatos dibujados— ...aquí, desde aquí no entiendo.

La miré con los ojos como platos. ¿Hablaba en serio? Lauren estaba apuntando a la primera página, que solo contaba con un dibujo donde estaba escrita con letras rosas la palabra "Física".

—Entonces... no entiendes nada de clase de Física —sentencié, esperando que no fuera cierto.

—Eso te he dicho —gruñó.

«Respira Haley, respira», me decía interiormente para calmarme. Realmente no sabía cómo iba a soportar ha-cerle clases a Lauren Davis. «Tyler Ross, me debes una».

(Tyler )

—¡Levanta tu maldito culo del suelo, Fox! —el grito del entrenador a mi lado hizo que me uniera a él.

—¡Muévete, Fox, pedazo de idiota!

Y es que el partido había comenzado hacía veinte minutos, y cada vez que los Red Dragons tomaban el balón eran derribados por el adversario. Steve, que había sido el último, estaba enderezándose, y noté cómo una mueca pasaba por su rostro cuando su pierna izquierda lo mantenía erguido. Algo normal después de que una masa de grasa de ochenta kilos te lanzara volando por los aires.

El marcador iba con una gran desventaja para los Red Dragons, pero era algo normal. Siempre en los partidos contra estos mi equipo comenzaba perdiendo, pero luego, cuando esas masas de ochenta kilos sudaban noto-riamente por el cansancio les dábamos una patada en el culo. Y sabía que iba a ser de ese modo.

Mi Ángel Guardián II: La mentira mataOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz