Capítulo 3

5.1K 677 1.5K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

6 de junio de 1870

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

6 de junio de 1870

Los días transcurrían como una pesada cuenta atrás, y el miedo de que el reloj se vaciara y llegara el día de mi condena me asfixiaba lenta y dolorosamente. Por eso, a lo largo de los últimos tres días, había intentado escapar en varias ocasiones: la primera, para visitar a Jac y comprobar si aún seguía fingiendo que yo había desaparecido de la faz de la tierra, pero para mi desgracia, fui interceptada por mi tía Rhonda a mitad de camino; la segunda, cuando intenté acudir a la taberna de Gwyn para pedirle que me ayudara a escapar. Mis primos me siguieron y me obligaron a regresar a casa tras inventar una excusa que, aunque a todas luces era incierta, preferí fingir que creía porque no quería que sufrieran una reprimenda por no haber logrado traerme de vuelta.

Aún tenía cuatro días para idear un plan y aquella tarde vería a Edward. Quizá podría hallar el modo de convencerlo de que nuestro matrimonio estaba abocado al fracaso, que no valía la pena invertir su tiempo y su dinero en alguien como yo.

Me pasé una mano por el pelo y miré a mi hermana a través del espejo. Lynette terminó de apretar los lazos del vestido que Edward ordenó que me pusiera esa misma tarde. Era de color esmeralda, con un lazo blanco en el cuello cuyas tiras se enroscaban en mi cintura. El vestido podía parecer precioso en apariencia pero yo, acostumbrada a los que había heredado de mi madre, lo sentía pesado, aferrándose a mí como garras, hundiéndome cada vez más y más. Debía hacer un esfuerzo demasiado grande para que la tela no se enganchara en las astillas de madera que escapaban de las puertas o para que las pesadas faldas no se ensuciaran en los charcos que se formaban por todo Rosenshire tras las habituales lluvias que se cernían sobre el pequeño pueblo costero durante gran parte del año.

—Ya estás lista —me dijo Lynette, haciéndome dar una vuelta para observarme desde todos los ángulos—. He de admitir que este es mi vestido favorito, aunque sea tan difícil de llevar.

Acaricié la suave tela que cubría mi estómago y le dediqué una media sonrisa. Mi hermana era uno de mis mayores pilares, pese a que ella ni siquiera fuera consciente de ello. Aunque Lynette siempre nadaba en la dirección que marcaba la corriente, no dudaba en saltar en mi defensa siempre que me ocurría algo malo. El problema era que aún fingía no ser consciente de que lo peor que podía sucederme estaba a solo cuatro días de distancia.

Los lazos del mar [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora