Capítulo 14 (Parte II)

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Esa misma noche, metimos algo de ropa y comida en un morral y lo dejamos todo preparado para nuestro viaje a Morwen. No sabíamos si conseguiríamos viajar por la mañana, pues primero debíamos dar con alguien dispuesto a llevarnos a cambio de algunas monedas, pero sospechaba que Banon podría hacerlo. Necesitaba el dinero, al fin y al cabo.

Me tumbé en la cama con los ojos cerrados y traté de poner la mente totalmente en blanco. Me arrebujé con la manta, necesitaba descansar porque el día siguiente iba a ser duro. No sabía lo que me esperaba en la isla, tampoco si tendríamos que enfrentarnos a los espíritus de los Santos, pero solo rezaba para que, fuera lo que fuese que habitaba en esa isla, nos permitiera entrar y salir sin atacarnos.

Sunan no creía en los espíritus, pero yo sabía que existían del mismo modo en que sabía que la diosa de la luna me había acariciado la mejilla y me había mostrado su compasión.

El mundo no se limitaba a lo terrenal, a aquellas cosas tangibles, había otras cosas cuyo origen desconocía pero que estaban ahí, y yo no tenía intención de negar su existencia del mismo modo que ellos tampoco podrían obviar la mía.

Tomé aire. Tenía que relajarme y dejar de pensar o al día siguiente no sería capaz de mantenerme en pie. Me acosté bruscamente de lado y tiré de la manta para huir del frío que se estaba colando en mi habitación por algún lugar desconocido.

Al hacerlo, desaté el caos.

Era evidente que el destino estaba empecinado en ponerme una prueba tras otra. Ni siquiera tuve tiempo de incorporarme. De pronto escuché un crujido bajo mi cuerpo y la estructura de la cama cedió, dejándome tendida en el suelo.

Logré ponerme en pie rápidamente, sobándome la espalda adolorida. La puerta de mi habitación se abrió de golpe y Sunan entró con el pelo revuelto y la camisa arrugada.

—¿Qué ha sucedido?

Ni siquiera tuve que responder. Él mismo vio la estructura de la cama partida por la mitad. Tomando una fuerte bocanada de aire, como si la necesitara para reunir toda la paciencia del universo en su interior, se acercó a la cómoda y logró encender una vela al tercer intento. Acercó la llama a la zona que se había partido y pasó los dedos por ella.

—La madera se ha podrido —dijo simplemente.

Resoplando como un animal demasiado cansado para cargar con el peso de las circunstancias, arrastré el colchón lejos del amasijo de astillas en que se había convertido mi cama y lo dejé en medio de la habitación.

—¿Qué haces? —me preguntó Sunan.

Bajo la luz de la vela, los ojos de Sunan parecían dos jades en el fondo de una cueva.

—Dormir —murmuré, aún atolondrada. Me senté en la cama y ahogué un bostezo—. Mañana tenemos que madrugar para ir a la isla.

—No vas a dormir en el suelo —me dijo, tendiéndome la mano—. Vamos, levanta.

—¿Y dónde esperas que duerma?

—Conmigo —dijo él.

Tuve la sensación de que había ingresado en un mundo extraño. Probablemente estaba soñando y la caída había sido un zarpazo de Dickens, que acostumbraba a estirar las uñas y clavármelas en el costado cuando me movía demasiado. Parpadeé y me froté los ojos, confundida, pero Sunan seguía ahí.

—No pienso dormir contigo —gruñí, arrebujándome más con mi manta.

Esta vez, fue su turno de sorprenderse.

—¿Pero por qué no? Hace unos días no te quejabas por ello.

—Porque es evidente que te supongo una molestia. Además, te mueves mucho —señalé, cruzándome de brazos.

Los lazos del mar [COMPLETA]Where stories live. Discover now