3. Cristian: Una noche tranquila

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Cristian no era una persona muy exigente. Él quería vivir bien, eso era todo. No quería lujos, solo quería tener agua que beber, un baño limpio que funcionara, un espacio en el cual instalar su equipo en el cual trabajar sin ser molestado y corriente eléctrica para que sus cosas funcionaran. Si eso implicaba vivir encerrado en uno de los departamentos en los pisos medios de una de las torres, pues, que así sea. Si eso requería colaborar con administración central en tareas aparentemente imposibles, pues, ni modo. Y si eso lo llevaba a hacer trampa para vivir en un departamento solo, sin familia, pues, qué se iba a hacer.

Él nunca había salido de la colonia. Nació ahí dentro y vivió con sus padres hasta que fallecieron un día en el que un infante se transformó en el patio interior de una de las torres. Nadie sabe cómo ni por qué. Lo que se sabe es que un niño, hijo de uno de los criadores de cuyes, se infectó de alguna manera. Cayó muerto un domingo en el que la plaza estaba llena de familias distrayéndose. Al cabo de unos minutos regresó a la vida como un zombi desesperado por morder a alguien más. Infectó a un par de niños, que se transformaron poco después y esos infectaron a sus padres, los cuales no pudieron abandonarlos ahí. Nunca pueden. Los abrazaron llorando hasta que se transformaron y a su vez los mordieron a ellos. La historia de siempre.

Intentando huir, su madre se resbaló y cayó al piso. Su padre trató de levantarla y eso fue todo lo que hizo falta. Uno de los niños infectados lo alcanzó y lo mordió. Éste le gritó a su hijo que huyeran, que no se preocupara por ellos. Que vaya donde su tía Karen. Que corriera y se salve.

Cristian logró salir de la plaza segundos antes de que ésta fuera aislada por guardias de seguridad que ingresaron y dispararon contra todos, infectados y no infectados. Si Cristian se hubiese quedado a ayudar a su madre a pararse, no habría sobrevivido. Ese conocimiento nunca lo abandona. Nunca jamás. Se hacía particularmente intenso cuando tenía que tomar una decisión. Por eso dedicó tanto tiempo y esfuerzo a conseguir un departamento para él solo y vivir solo. Sin nadie que lo distraiga y lo ponga en peligro.

Si hubiese una infección en ese piso, Cristian sabía exactamente qué hacer. Su departamento tenía puertas reforzada de metal que él mismo había instalado. Ningún zombi podría entrar. Además, en todo momento tenía suficiente comida almacenada para sobrevivir por lo menos tres días. Eso era lo máximo que se demorarían los guardias en controlar la crisis.

Además, en el caso extremo en el que muertos vivientes pudiesen ingresar a su departamento por alguna razón, tenía una cápsula de metal en una de las habitaciones. Si se metía ahí y se encerraba, podría sobrevivir varias horas.

A veces pensaba en que había un error en su sistema. Un pequeño detalle que podría hacer que todo colapse y que termine siendo infectado él mismo. ¿Qué pasaba si el piso era aislado, muchos se transformaban y un sobreviviente iba a su puerta y la golpeaba insistentemente para que lo deje entrar, sabiendo que él tenía todo bajo control ahí dentro? Por eso evitaba hacer contacto con sus vecinos. Si los conocía, luego sería más difícil negarles la entrada. Debía mantenerse alejado de ellos.

En este mundo más que nunca antes, cada quien estaba por su cuenta.

Cristian había aprendido desde niño que tenía habilidades para la programación. La colonia funcionaba con sistemas muy poco digitalizados. Casi todo era manual o mecánico. Muy pocas cosas requerían de computadoras, lo que había sido una decisión tomada por administración central. Las computadoras traían complicaciones que no eran una prioridad por el momento. La prioridad había sido la instalación de las granjas, de los sistemas de pozos y agua potable, de la seguridad alrededor de las torres... Dar más eficiencia a esos sistemas con tecnología digital no era algo que le quitara el sueño a nadie. Excepto a Cristian.

Réquiem por TrujilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora