5. Angelo: Presentaciones

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Las familias seleccionadas eran llevadas a una sala de preparación antes de ser finalmente exiliadas de la colonia. Se trataba de una sala redonda con cómodos sillones rojos a los lados. En el medio descansaba una mesita, sobre la cual se ofrecía bebidas y algunos bocadillos.

La sala tenía cuatro puertas de acceso, colocadas en los cuatro puntos cardenales. Una de estas puertas estaba vigilada por dos guardias altos y de apariencia dura, vestidos completamente de negro y armados de distintas maneras.

Angelo había estado sentado con impaciencia observando a todos. Tenía una mano en el bolsillo de su saco, en donde sostenía la pistola oculta. No sabía si tenía el seguro puesto o no. Para él eso no era información relevante en ese preciso momento. Al comienzo había tratado de iniciar conversación con los que estaban ahí, pero nadie había sido comunicativo. Todos estaban demasiado consternados.

De pronto una de las otras puertas se abrió e ingresaron los dos últimos exiliados, Teresa y Daniel.

Entraron con paso seguro y largo. Sus ojos iban rápidamente de un lado a otro, absorbiendo información rápidamente. Miraban a los guardias, miraban las puertas, miraban los bocadillos, miraban a los otros exiliados.

A diferencia de los demás, Teresa y Daniel parecían estar en su elemento. Eso tranquilizó a Angelo de inmediato. Estaban vestidos para la acción, con armas que sobresalían de distintos lados y una compacta mochila cada uno. Mientras que su hermana se veía en shock y el programador se veía inexpresivo y Steph se veía asustada, Teresa y Daniel parecían saber exactamente lo que tenían que hacer.

El programador se le adelantó. Se paró y los saludó amigablemente.

"Buenos días. Soy Cristian. Cristian Paten", se presentó.

Daniel y Teresa lo miraron, pero no le devolvieron el saludo. En su lugar, Teresa se dirigió a todos.

"Me llamo Teresa. Él es Daniel. Entiendo que se sientan nerviosos y asustados. No se preocupen. Daniel y yo somos lo que en otras colonias llaman Caminantes. Hemos sido entrenados para sobrevivir allá afuera. En cuanto salgamos tendremos que estar organizados. Si quieren sobrevivir, sigan nuestras instrucciones. Nosotros sabemos lo que hacemos"

"Yo tengo esto...", dijo Angelo parándose de manera impulsiva. Sacó del bolsillo la pistola. "Quizás..."

"Bien. Regla uno", dijo Teresa mirándolo con intensidad. "Ninguno de ustedes va a disparar un arma de fuego bajo ninguna circunstancia a menos que nosotros les demos permiso. Esas pistolas hacen ruido. Y ese ruido atrae a los apestosos. Si queremos sobrevivir allá afuera, debemos evitar eso como sea. ¿Alguna pregunta?"

Hubo un silencio. Habían estado en ese cuarto por un par de horas esperando con angustia que por fin les digan qué iba a pasar. A qué hora los iban a botar a la calle. Por donde lo harían. Si les darían algo para el camino. Lo que sea. Solo los habían dejado en ese cuarto y no les habían di-cho nada más. Los guardias que los observaban tampoco decían nada y no respondían a ninguna pregunta.

"¿Caminantes?", preguntó finalmente Angelo. "¿Eso es como una tribu? ¿Cómo una profesión?"

"Los Caminantes son los que mantienen Tarma a salvo. Cuando salimos de ahí hace un par de años, Tarma era una pequeña ciudad a la que le estaba yendo bastante bien. Por su posición habían logrado establecer un sistema de defensa efectivo contra los apestosos", respondió Teresa. "Nos entrenan desde pequeños para que podamos sobrevivir por nuestra cuenta afuera"

"¿Y ustedes dos desertaron? ¿Qué pasó? ¿Por qué están aquí?", preguntó Cristian.

"Eso no importa ahora", intervino Daniel. "Escuchen. Nosotros dos hemos sido entrenados para lo que viene. No hemos sido entrenados para proteger a otros, así que vamos a necesitar que ustedes colaboren. ¿Entendido? Necesitamos que caminen en fila. En todo momento. Y siempre en el mismo orden. Eso es importante. Necesitamos saber en todo momento en dónde está cada uno. Para eso necesitamos que mantengan una formación. ¿De acuerdo?"

Réquiem por TrujilloWhere stories live. Discover now