4. Todos: Los últimos días

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Las familias seleccionadas tenían dos días para poner sus asuntos en orden y prepararse para su nueva travesía. Ésas eran las reglas. Lo que vendría luego sería bastante duro y desafiante, así que no era recomendado que se desperdiciara el tiempo. Esos dos días debían ser aprovechados de manera sabia. Lamentablemente, no todos tenían la madurez emocional para ello. Angelo, por ejemplo. Para él, dos días no eran ni el inicio de un periodo aceptable para todo lo que quería dejar corriendo.

Su hermana tuvo que sacarlo de su aletargamiento para que se pusiera en movimiento. Para que hiciera algo. Lo primero que pretendió hacer fue venderlo todo. En su departamento tenía mucho equipo valioso: la imprenta, computadoras, insumos... Muchas cosas que en el mercado negro podrían ser intercambiadas por armas o por provisiones para su viaje. Así que se puso en contacto con su viejo amigo Berto, quien a su vez lo puso en contacto con Tonia.

Se trataba de una mujer de avanzada edad. Llegó acompañada de otros dos hombres altos. Uno de ellos parecía estar en buenas condiciones físicas. El otro era intimidantemente gordo. Angelo estaba hecho un manojo de nervios.

"Mire, mire, le voy a mostrar lo que tengo... Me ha costado tantos años habilitarlo e irlo mejorando... Vale muchísimo y...", comenzó a explicar Angelo. Sus dos sobrinos estaban en una esquina mirándolo todo. Su hermana Dota estaba parada junto a él. Su tío Duncan estaba durmiendo, gracias a unos calmantes que le habían conseguido.

"No me interesa", le interrumpió la anciana. "Te voy a explicar cómo funciona esto. Tú no tienes nada. Todo esto, tu imprenta, tus máquinas, tus computadoras. Todo eso se queda aquí. Si no lo vendes, si no lo intercambias por lo que puedas, se va a quedar en este departamento para que alguien lo reclame. Así que en realidad no tienes nada que ofrecer. Lo perdiste todo cuando ganaste la lotería"

Angelo la miró con la boca abierta. Se volteó hacia su hermana, que tenía los ojos abiertos como platos.

"Así que esto es lo que vamos a hacer. Yo te voy a ofrecer algo a cambio, porque soy una buena persona y porque me das pena. Tú y esos pobres niños que veo en esa esquina"

"Un momento", dijo Angelo de pronto con voz débil. "Un momento. Un momento, por favor. Berto me dijo que había otra persona. Que tú compites con un tal Lobo en el mercado negro de la colonia. Aún no he hablado con él. Estoy seguro de que él me va a ofrecer más por todo esto"

La mujer sonrió y se volteó hacia sus acompañantes. Cuando regresó a mirar a Angelo, estaba al borde de la risa.

"No has entendido", la sonrisa se borró de su cara de golpe. "No estás en condición de negociar. Lobo es peor que yo. Él va a venir y se va a llevar todo sin darte nada a cambio. Y quizás hasta te golpee solo por diversión. Por lo menos yo te estoy ofreciendo algo. ¿Vas a arriesgar lo que te ofrezco por la esperanza de que ese miserable tenga compasión? ¿Más compasión que yo?"

Angelo no supo qué responder. Dota tampoco.

"Decidido, entonces", dijo la mujer. Le hizo un gesto a uno de sus acompañantes, el cual se acercó y le entregó un maletín. "Ahí dentro vas a encontrar un revolver de seis balas y una caja con veinte balas. Te recomendaría que cuando estés allá afuera no dispares ni una. Sabes que el sonido los atrae, ¿no es cierto? También hay un mapa, unas cantimploras y una carpa liviana. No te preocupes por nosotros, cuando se hayan ido de la colonia vendré a recoger lo que es mío. Ya tengo un trato con los guardias del piso. Buena suerte"

Y así fue como Angelo cambió los resultados de dos generaciones de acumulación material por un maletín de chucherías.

Steph y sus compañeros de departamento, por su lado, habían tenido una experiencia muy distinta. Cada uno había hecho preparativos por su cuenta. Steph y su hija habían juntado las pocas pertenencias que tenían y las habían distribuido en tres bultos, de los cuales la madre llevaría dos y la niña llevaría el más pequeño. Sabía que debía salir armada si es que quería sobrevivir. Sin embargo, ella nunca había empuñado nada. Habría podido salir con un machete o algo, pero no habría sabido cómo usarlo. El segundo día regresó al departamento habiendo conseguido una especie de cuchillo de caza. Era lo mejor que había podido adquirir. No tenía ni idea de cómo se empuñaba.

Réquiem por TrujilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora