15. Cristian: Un nuevo mundo

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Cristian se despertó a primera hora de la mañana, se levantó de la cama con cuidado para no despertar a Steph o a Naomi y subió la escalera de mano que llevaba al techo de la casa que le habían asignado. Ahí arriba tenía una silla de madera vieja que rechinaba cuando se sentaba en ella. Junto a la silla tenía una caja, también de madera, que usaba como mesita. Puso ahí un vaso de agua y una revista vieja que había encontrado cuando se había mudado a esta vivienda. Esa esquina con esa silla y esa caja eran su nuevo lugar favorito en este mundo.

La comunidad de Cao parecía no tener un líder definido. Tenía gente de edad a la que los demás escuchaban y obedecían respetuosamente. A Cristian le gustaba eso. Era un respeto y una obediencia que se habían ganado. No como en las Siete Torres, en donde había un grupo de privilegiados que nadie conocía de primera mano, que eran los que tomaban las decisiones. No, aquí todo funcionaba distinto.  A Cristian le encantaba.

La comunidad le asignó a Cristian, Steph y Naomi, que supuestamente eran una familia, una casa entera para ellos solos. Era perfectamente cuadrada y ocupaba una cuadra entera. Las paredes eran gruesas y las ventanas estaban reforzadas con tablas de madera, así como la puerta. La luz entraba por un patio central grande al que daban todas las habitaciones de la casa. La única manera de entrar y salir era por el techo.  Desde ese techo se accedía por encima de la calle a las cuadras del costado, que a su vez eran casas de otras familias. A nadie le importaba que pasaras por sus techos. Era una comunidad bastante tranquila y pacífica. Demasiado.

Cristian se estiró en la silla y se puso primero a ver cómo salía el sol por encima de los cerros. Cuando estaba en las Siete Torres nunca se había tomado el tiempo para hacer algo así. Tampoco habría podido, porque su departamento no tenía ventana al oeste o al este y acceder al techo del edificio implicaba permisos especiales. Aquí, en Cao, se podía dar el lujo de disfrutar el amanecer, tomar su vaso de agua y leer un par de páginas de la revista que había encontrado.

Cuando llegaron a su nueva casa, encontraron muchas cosas listas para ser usadas. Les dijeron que nadie había usado esa vivienda desde la pandemia, pero encontraron todos los muebles necesarios, camas, mesas, sillas, armarios. En uno de ellos incluso había ropa. Olía a humedad y tenía hongos, pero era ropa al fin. Steph la lavó y recuperó la que se pudo recuperar. Ahora Cristian vestía una de esas prendas. Después de todo, habían perdido todo en el bote de Leandro cuando llegaron.

La noche siguiente a su llegada a Cao, mientras esperaban a que la horda de zombis que tenían en la playa se disipara, hubo una fuerte tormenta que tumbó el bote. Días después, cuando por fin los pescadores pudieron entrar al mar de nuevo, pudieron rescatar el bote, pero las mochilas y los demás bultos se habían perdido. Teresa y Daniel no pudieron evitar reírse cuando escucharon esa noticia.

Uno de los ancianos les dijo que no debían perder la esperanza. Que seguramente el mar arrojaría las cosas a la orilla con el tiempo. Y fue así. Unos días después, la mochila de Steph fue recogida en la playa por uno de los niños de la comunidad. Pero nada más. Cristian ya no tenía esperanza de recuperar nada, pero no le importaba. Tenía una nueva vida, ahora. Con nuevos retos y nuevas herramientas.

Tomó otro sorbo de agua y puso su atención en la revista. Era una de las muchas que había encontrado en uno de los armarios. Debía de haber más de cien. A Cristian le parecían fascinantes. Los artículos hablaban de la forma como se vivía antes de que hubiera zombis. Sobre eventos y fiestas y reuniones que se celebraban cuando aun se podía salir a la calle y la gente se podía reunir sin miedo a contagiarse o a ser atacado. Una sociedad que ahora estaba muerta y que nunca regresaría.

Fascinante. Simplemente fascinante. Las fotos estaban viejas y habían perdido mucho de su color, pero aun revelaban las sonrisas y la alegría de sus participantes. Abrazados, sonriendo a la cámara. Bailando, tomando licor, conversando. Disfrutando una vida que no sabían que tenía los días contados.  Cristian solo podía adivinar cómo se debía de haber sentido estar ahí, sin preocupaciones urgentes o sin contemplaciones porque se estaba haciendo demasiado ruido, el cual podía atraer muertos vivientes. Al final, Cristian cerraba la revista y miraba al horizonte esperando con todo su corazón que esos seres humanos exhibidos en las fotos hubiesen valorado la vida que habían tenido.

No veía que especular sobre su paradero era útil. Un día decidió asumir que todos en esas fotos estaban muertos o deambulando por ahí simulando ser muertos.

Otra decisión que había tomado en estos días era no pensar en el paradero de Teresa y de Daniel. Luego de su arribo a Cao, pidieron un lugar en el cual descansar. Les dieron un cuarto en una casa en la que habían pasado tiempo antes. Cristian no sabía cuándo ni cuánto, pero era una habitación que la comunidad tenía lista para ellos en la esperanza que regresaran y ayudaran con problemas que iban surgiendo. Los dos pasaron ahí tres días descansando y alimentándose y tomando agua y atendiendo sus heridas.

Estaba también el detalle de la pérdida de sus posesiones. En el bote habían dejado sus armas y sus cosas. Ahora no tenían nada, ni siquiera calzado. Eso no pareció molestarlos demasiado. Fue apenas un inconveniente que tuvieron que atender. Cuando se despidieron dejaron encargado que si la marea devolvía sus cosas a la orilla, debía ser Cristian quien las guarde hasta que regresaran.

Antes de irse pasaron un par de días consiguiendo el equipo que necesitaban para sobrevivir allá afuera. Nadie en Cao tenía botas o zapatillas para otorgarles. Ahí todos andaban descalzos o con sandalias. Solo los mayores andaban con zapatos, pero eran rígidos. Daniel rechazó el par que le quisieron regalar. Al final decidieron fabricar ellos mismos unas sandalias con un caucho grueso negro que encontraron en alguna parte.

"¿Servirán?", le preguntó Cristian cuando los vio. "Se ven algo inseguros. Y no creo que duren mucho"

"Durarán hasta que podamos conseguir algo mejor. No te preocupes por nosotros", le respondió Daniel.

Con unas telas viejas hicieron unos bolsos que se colgaron al hombro y con varas de madera hicieron unas estacas con las que se defenderían. Y eso fue todo lo que necesitaron para irse. Todos les insistieron para que se queden. Les ofrecieron una casa completa para ellos dos, puestos en el consejo de ancianos que decide todo en Cao y otras muchas ofertas. Teresa y Daniel agradecieron, pero declinaron. Tenían que irse, dijeron.

"¿A dónde?", les preguntó Cristian en voz baja cuando se despidieron. "¿A dónde tienen que ir tan urgentemente? Se podrían quedar aquí, tranquilos. Por un tiempo. No tienen que quedarse para siempre, pero un tiempo más. Un par de meses"

"Este lugar es tranquilo porque nosotros no estamos en él", respondió Teresa y no dijo nada más. Ésa fue toda la explicación que brindaron. Al día siguiente ya se habían ido. Por las huellas que dejaron se supo que fueron al norte, en dirección opuesta a Trujillo.

A Cristian le dio pena que se fueran y por unos días se preocupó pensando en lo que estarían haciendo, en dónde estarían, a dónde habrían ido. Después decidió que no valía la pena seguir dedicándole tiempo. Ellos sabían lo que hacían. Habían recibido alguna clase de entrenamiento para sobrevivir en este mundo muerto y parecían tener alguna misión. Si eso les hacía felices, pues adelante.

Él mismo, por su parte, estaba más feliz de lo que nunca había estado.

"Mamá dice que el desayuno está listo", escuchó la voz de Naomi a su costado. Había subido al techo sin que él la escuchara. Cuando vivía en la Siete Torres no se le podía acercar ni un insecto sin que lo notara. Ahora en Cao, sus sentidos estaban enfocados en otras cosas.

"Gracias, Naomi", le dijo y se paró con pesadez. "Dile a tu mamá que primero me voy a bañar y después las alcanzo en la mesa"

La niña bajó las escaleras. Cristian dio un último vistazo a las calles de Cao. Había algunos zombis dando vueltas. Podía ver cinco en total. Pocos. Se encargaría de ellos después del desayuno.

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⏰ Dernière mise à jour : Mar 31, 2022 ⏰

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Réquiem por TrujilloOù les histoires vivent. Découvrez maintenant