Mejor que un spa

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El piso estaba fresco. Perla se acostó y suspiró al sentir que el frío le atravesaba la ropa y estremecía la piel.

—Ah... Esto es hermoso —suspiró—. Nunca hubiera creído que una cripta fuera un lugar tan bueno para descansar.

Apenas se hubo apagado el eco de sus palabras, la tapa de uno de los ataúdes que la rodeaban chirrió al moverse con pesadez de su lugar.

—"Mausoleo" habrás querido decir —le corrigió su madre, muerta quince años atrás—. Me querés decir qué mierda venís a joder acá en lugar de irte a un spa como la gente normal.

—Si me voy a un lugar con gente viva, siempre van a encontrar a alguien que les diga dónde estoy. ¿Por qué te creés que no les enseñé nigromancia a los chicos?

—"Los chicos" —se burló el esqueleto—; los "chicos" tienen como cincuenta años, Perla —continuó—. Ya son lo bastante grandecitos como para arreglárselas solos, ¿no te parece?

A esa altura del sermón, sin embargo, la hija ya había dejado de escucharla; se estaba quedando dormida.

—La maternidad es un trabajo muy exigente... Y no se termina nunca... —alcanzó a decir antes de bostezar y darse vuelta hacia un costado

—Decímelo a mí —respondió con sorna, la otra, desde el interior del cajón.

Ciudad mágicaWhere stories live. Discover now