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Me quedo mirándolo enmudecida. ¿Que si ser empotrada contra la pared por Rian O'Neill se siente cómo en los libros? ¿Está loco?

Niego con la cabeza en una respuesta muda.

Cuando leo una escena así es divertido y agradable. Estar atrapada entre la pared y el cuerpo de metro noventa de Rian debe estar en la lista negra de cualquier cardiólogo. Es el equivalente a tener un combo de tensión alta, el colesterol por las nubes y decidir saltar en paracaídas después de tomarse un redbull.

―A chara, no me dejes en villo.

Abro la boca para responderle y decir... no se bien el qué porque mis neuronas no parecen hacer bien la sinapsis con su rostro tan cerca del mío y su puñetero perfume no ayuda a dar claridad a mis pensamientos.

Por suerte, me veo interrumpida por la salida del baño del señor que nos precedía. Se ha tomado su tiempo y ahora que veo el pijama de Dumbos voladores que se ha puesto, entiendo por qué.

―Sexy ―susurra Rian detrás de mí. Sonrío al verlo ojear al hombre que se aleja por el pasillo con un pijama demasiado infantil para su edad―. Ya sabemos quién va a unirse al Club de la Milla en este vuelo.

Rio ante su broma pero me pongo seria al notar que se me calientan las mejillas porque estamos los dos frente a un servicio desocupado y acaba de mencionar el sexo en las alturas.

Horror. Tengo que detener de inmediato esta dinámica tan extraña en la que estoy entrando con Rian O'Neill.

―Tú primero ―le indico, con toda la serenidad que consigo reunir.

―Tu caballerosidad me conmueve ―bromea él y entra en el pequeño cubículo. Con la mano en la puerta me mira y por un instante de locura creo que va a invitarme―. Despídete de este outfit porque cuando esta puerta vuelva a abrirse tendrás ante ti a un hombre con un magnífico pijama de elfo. Nuestro amigo, Dumbo, no tendrá nada que hacer contra mi.

Me río y me dejo caer contra la pared para esperar a que termine. Mi mente decide usar la pausa para rememorar lo que acaba de ocurrir y se me acelera el pulso. Tenía que haberle hecho una visita a Jace antes de volar. Tal vez así no estaría tan susceptible a los "encantos" de Rian.

Poco después, cuando se abre la puerta, él continúa con la misma ropa con la que se subió al avión. No es que me hubiera creído lo del pijama navideño ni un por un instante pero aun así, le doy un repaso de arriba a abajo y sacudo la cabeza todo lo seria que puedo.

―Qué decepción.

―Me he olvidado del pijama de elfo en casa ―miente, saliendo del cubículo.

Por un instante volvemos a estar muy cerca el uno del otro en el angosto pasillo y Rian tiene el mentón bajado hacia mí.

―¿Tienes pijamas siquiera o eres uno de esos que se creen demasiado cool para llevar ese tipo de prendas?

Él levanta las cejas varias veces.

―Te gustaría saberlo, ¿eh?

Me aparto de su camino porque mi objetivo es entrar en el lavabo y porque tengo que cortar de raíz esos desafíos de miradas fijas que hemos empezado.

―Te regalaré uno por Navidad ―le prometo con una sonrisa de malicia, antes de cerrar la puerta y quedarme a solas en el servicio.

Me tomo mi tiempo para lavarme la cara, los dientes y hacer varias respiraciones profundas. Durante todo el rato mi mente no para de darle vueltas a una sola cosa: Rian. Su perfume, sus ojos, sus labios, la presencia de su cuerpo junto al mío y cómo me ha hecho sentir su proximidad. Es un auténtico desastre. Amenazo a mi cerebro para que se detenga de inmediato. No pienso tomar ese camino, así que ya puede dar marcha atrás y hacer una barricada en esa calle para no volver nunca a descender por ahí.

Fantasias Navideñas por Haimi Snown y Beca AberdeenWhere stories live. Discover now