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Mi respuesta parece aliviarlo. Me pregunto por qué es tan importante este juego para él. En principio parecía que iba a ser una especie de favor para mí, pero Rian parece tan interesado como yo en recrear esas escenas que me gustan.

―Colócate esos grilletes en las muñecas ―me indica, señalando el atrezo de plástico con aspecto de cadena de hierro robusto.

Es una de esas que se venden para Halloween, que no pesan nada pero que dan el pego, y está enganchada a la pata de la vieja cama. El lugar es exactamente como me lo imaginaría si lo leyera en un libro.

―Pensé que nunca me lo pedirías ―bromeo con tono insinuante y él sonríe de lado.

Hago lo que me ha pedido y cuando las tengo colocadas, él camina despacio hacia mí.

―Sígueme el rollo ―dice.

Creo que mi corazón va a atravesar mis costillas de tan fuerte que martillea dentro de mi pecho. No me puede dar un ataque en este momento porque me niego a que me pillen en semejante situación. Nadie se creería que no se trata de un juego sexual y fetichista. Nadie que vea a Rian de esa guisa podría descartar el sexo de la ecuación, cuando es todo lo que exhuda por cada poro de su piel.

Asiento, por miedo a que me falle la voz. ¿Sabe él lo que se me está pasando por la cabeza al verlo así vestido en este escenario?

―¿Se preguntará quién soy? ―comienza, deteniéndose a dos pasos de mí.

Reconozco la escena enseguida.

―No, solo como puede ser tan zoquete ―le respondo como corresponde. No es que me la sepa de memoria, pero he leído esa escena las suficientes veces como para recordar más o menos el contenido de mis diálogos―. Se equivoca de persona, capitán.

―Eso dice. ―Rian apoya el trasero sobre la mesa que está atornillada al suelo y levanta el mentón para observarme con una mirada de águila―. Me advirtieron sobre usted, señorita Watson.

Maldito sea, debería estar en Hollywood rompiendo corazones.

―No soy la mujer que busca. Está cometiendo un terrible error.

―También me advirtieron que trataría de engañarme ―prosigue.

Me asaltan recuerdos de la historia y por qué me gusta tanto. No podré volver a leerla sin ponerle el rostro de Rian al capitán.

―¿Cómo puede estar tan seguro de que soy la tal Watson? ―provoco, apelando primero a la lógica, igual que lo hace mi personaje en la novela.

―Todos la han descrito de la misma forma: la mujer más bella de la hacienda, astuta y habilidosa. Un dechado de virtudes con tan buena labia y modales que no pueden ser reales ―prosigue él en una actuación impecable―. Llevo un tiempo observándola. Lo suficiente como para saber que cumple todos esos puntos. Usted, señorita Watson, es demasiado perfecta para ser real.

Mi corazón se acelera. Recuerdo la emoción de leer esa frase y saber que el personaje masculino acababa de declararse a la protagonista, sin darse cuenta de que lo había hecho. Una parte de mí siempre fantasea con ser yo la protagonista, especialmente durante esas escenas. Y si el galán tiene el aspecto de Rian, entonces debo estar en el cielo.

―Gracias por el cumplido, capitán ―prosigo, animada―. Debe saber que mi padre lo ahorcará cuando se entere de que me ha secuestrado.

Rian se levanta y da un paso hacia mí.

―Petra Watson no tiene familia ―recita. Se lo ha aprendido todo con una rapidez asombrosa. Sus siguientes palabras salen más alteradas―. Deje de mentir.

Fantasias Navideñas por Haimi Snown y Beca AberdeenWhere stories live. Discover now