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Faltan tres días para Navidad y voy a pasar el día en el pub para ayudar con la preparación de los paquetes que donamos cada año a un comedor social.

Llevo aquí desde las ocho de la mañana y son las once. El camión que tenemos aparcado detrás del pub está medio lleno de cajas.

―Sinead, comprueba el pedido de WO. ―Mi madre vocifera cuando pasa por mi lado, empujando un carrito cargado de cajas. Finn, uno de los cocineros, sale detrás de ella, con otro repleto de bandejas envueltas en papel de aluminio―. No, esto no lo saques aún ―espeta mi madre―. Déjalas para el final, que se mantengan calientes.

Sé que me habla de Walk with O'Niell, el whisky de la destilería de Trevor, el padre de Rian. Me imagino que vamos a donar un par de botellas al comedor y que quiere saber si tiene que pedir más.

Me encamino hacia el cuarto que hace de su oficina. Después de pasar tres horas en el calor y el ruido infernal de la cocina me apetece salir y tomar el aire unos minutos. Por desgracia, no fumo, por lo que no puedo usar esta excusa y si mi madre me pilla vagueando cuando tenemos tanto trabajo, temo sus represalias. Suspiro, esperando que se apiade de todos los trabajadores y que les dé pronto una pausa.

Por suerte, cuando cierro la puerta del despacho detrás de mí, los sonidos se amortiguan y mi cerebro se reinicia, buscándose a sí mismo después de haberse perdido entre tanto barullo. Enciendo el ordenador y mientras se inicia doy vueltas en la silla giratoria, con la cabeza en el respaldo y los ojos cerrados.

Porque me ocupo de WO, recuerdo lo que Devlin me contó sobre el padre de Rian. Soy una persona curiosa y si el tema me interesa soy como un perro que no para hasta roer todo el hueso. Entre el comportamiento de Rian y los chismes de doble M, creo que hay más aquí de lo que parece.

Ni siquiera me paro a pensar el por qué de repente me intereso por el mejor amigo de mi hermano. El cual lleva dos días en paradero desconocido, al menos para mí.

Estoy segura de que Devlin se ha estado viendo con él. Pero claro, Devlin no perdió los papeles en un barco y le abofeteó después de lanzarle un vaso de agua a la cara. Rian debe estar haciendo el vacío solo a la gente que lo abofetea. Sobre todo cuando cree que lo he hecho porque, usando sus palabras textuales, estaba cachonda. Pongo una mueca de dolor ante el recuerdo. Aunque el camino de vuelto no estuvo incómodo, me dio la sensación de que algo cambió entre nosotros, de que cruzamos una frontera bien definida.

Trato de no pensar en sus problemas familiares porque me da mala vibra. Ahora es mi amigo y a Devlin pueden darle cuantas rabietas quiera antes de lograr aceptarlo.

Tecleo la contraseña de mi madre para abrir el programa de facturación, pero me distrae una carpeta titulada "Fotos". Me imagino que serán cosas del pub y la abro, para saber qué me he perdido. Aquí se suelen tomar fotografías de todo, desde el incendio que un aprendiz a cocinero provocó con una sartén, a las fiestas, las cenas oficiales y las tonterías diarias de los empleados.

Para mi sorpresa, la carpeta contiene fotos familiares, de todos nosotros, incluso de Devlin y yo de bebés. Me río al pasar el cursor por cada una, rememorando ocasiones olvidadas y otras que ni conocía, como una en la cual debo tener unos cuatro años y parece que estoy enfrascada en una lucha con mi hermano por un peluche. La siguiente es de mí, dedicándole una sonrisa victoriosa a la cámara, con el peluche en la mano. En un rincón del cuarto se ve un Devlin enfadado, con los brazos cruzados y Rian a su lado, con la mano en su hombro.

Qué grandes problemas teníamos en aquellos tiempos.

Me carcajeo cuando llego a una serie de fotos tomadas en una piscina. Devlin y Rian deben rondar los trece años y están rodeados por su grupo de amigos. Están escuálidos los dos, pero tienen una pose desafiante, pecho hinchado y piernas bien plantadas, como si su reflejo en el espejo fuera el de Colin Farrell de joven. Ya se notaba desde entonces que llegarían a ser mozos bien cotizados en el mercado de solteros de Malahide.

Fantasias Navideñas por Haimi Snown y Beca AberdeenWhere stories live. Discover now