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Duermo como un bebé y me levanto tarde.

Durante un instante me cuesta reconocer mi antigua habitación, pero los recuerdos acuden a mi mente y una sonrisa tira de mis labios.

Estoy en casa por Navidad. El pensamiento es suficiente para no holgazanear en la cama y levantarme con energía. Mientras uso el baño para peinarme y cepillarme los dientes, los recuerdos de la noche anterior asedian mi mente. Rian rodeándome con sus brazos en el bosque mágico mientras susurra en mi oído que quiere cumplir todas mis fantasías.

De acuerdo, tal vez no dicho precisamente estas palabras y quizá incluyó un "no habrá sexo" pero, eh... ya es más de lo que ningún tipo se ha molestado en hacer por mí jamás. Los recuerdos se van sucediendo por orden cronológico: Rian y yo tomándonos fotos con las figuras de luces led que forman renos y otros animales, haciendo siluetas graciosas contra la fachada iluminada del castillo. Comiéndonos un crepe salado cada uno y otro dulce a medias, de uno de los foodtrucks mientras rememoramos juegos, canciones y series de televisión que nos marcaron en nuestra infancia.

Llevo diez minutos despierta pero sueño con Rian. Bien por mí, me digo con sarcasmo.

Bajo las escaleras en mi pijama de Grinch con las pantuflas a juego y admito que me divertí tanto anoche que le pondría la etiqueta de "la mejor cita de mi vida" si hubiera sido una cita. Es tan fácil relajarse y disfrutar con él. Tan fácil que se vuelve peligroso. No me extraña que Kate no se esperara ni un día para atacar de nuevo.

No puedo evitar preguntarme si llegaron a liarse anoche. Me da la impresión de que no les dio tiempo, pero me he enterado de que Rian no vuelve a Providence hasta después de año nuevo, así que tienen tiempo para reconciliarse.

Se escuchan voces a medida que me acerco a la cocina y tengo curiosidad por ver quién ha preparado el desayuno. Pienso tomarme un café, aunque mi abuela se ofenda con que haya sustituido su amado té por algo más americano y me castigue de modos ingeniosos.

Estoy delante de la puerta abierta cuando mi móvil vibra y suena a la vez, el sonido de una alarma de notificación de emergencia. Alcanzo a escuchar que los móviles de mi abuela y de mi hermano, que están desayunando, reciben el mismo aviso y me recorre un escalofrío cuando sospecho que debe ser Murmullos de Malahide otra vez.

―¿Qué cojones? ―grita Devlin casi a la vez que abro la notificación.

Mi abuela me enseña una taza de té y me apresuro a sentarme, intentando no torcer el gesto.

―Buenos días, niña ―saluda, endulzando su potente voz con una palmada en la cabeza.

Alzo la mirada y le sonrío con ternura.

―Buenos días, mejor abuela del mundo mundial. Vaya bienvenida ―digo, frunciendo el ceño ante la pantalla del móvil―. ¿Desde cuándo tenéis cotillas por aquí?

Mi abuela suelta una carcajada y regresa al horno, de donde sale un olor que me insta a gemir de placer.

―Desde siempre. Ahora, con todos esos cacharros ―explica, señalando nuestros teléfonos―, ya no se usa tanto el boca a boca.

Sale de la cocina y aprovecho para interrogar a Devlin antes de leer el nuevo cotilleo.

―¿Qué quería decir MM ayer con que Rian es medio huérfano? ―interrogo en voz baja.

En vista de que me ignora, le empujo el hombro para atraer su atención. Parece a punto de romper el móvil por lo fuerte que lo agarra con los dedos. No se ha afeitado y la sombra de la barba junto con la mirada oscurecida le dan una apariencia amenazante.

Fantasias Navideñas por Haimi Snown y Beca AberdeenWhere stories live. Discover now