7.2

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Más que encantada, estoy atontada.

Hacen falta varios gritos por parte de Cathy para enterarme de que quiere que la empuje más fuerte en el columpio y Paul casi se mete arena en la boca. Estoy distraída echando vistazos al camino que emerge del bosque, preguntándome si Rian va a aparecer por ahí en cualquier momento. Nunca he sido una niñera tan negligente.

Maldito hechicero. Me siento como si me hubiera echado un embrujo sólo porque le ha dado por hacerme algo de caso. Ni siquiera se ha comprometido en venir. No hemos quedado en nada. Su último mensaje ha sido ese "Esta vez no" que, por alguna razón, me ha hecho cosas horribles por dentro.

Trato de analizar la razón. "Esta vez no" implica que va a haber un cambio respecto a la forma en que eran las cosas antes. De hecho, ya lo está habiendo. Creo que es eso lo que me tiene con los nervios de punta.

―Sineadddd, quiero agua ―grita Paul, mientras me tira del pantalón.

Me doy cuenta de que lo he vuelto a fallar y que es la tercera vez que me la pide.

―Perdona, Paul. La prima tiene Jet Lag hoy y está atontada. ―Hago una mueca de payasa y saco la botella de agua del bolso de su carrito.

―¿Qué es eso?

―Pues... ―dudo. ¿Cómo demonios se les explica algo así a un niño tan pequeño?

Jet Lag es cuando viajas en el tiempo y tu cerebro se marea ―escucho que dice una voz masculina a mi espalda.

Me tenso como una valla electrificada, al reconocerla.

―!Riaannnn! ―chillan los dos niños a la vez y van corriendo a sus brazos.

―Sinead ha viajado en el tiempo ―le cuenta Cathy cómo si él se hubiera perdido esa parte.

―Lo sé, iba en la máquina del tiempo con ella. ―Rian se acuclilla frente a ellos y les rodea la cintura con sus largos brazos.

―¿Entonces tu cerebro también está mareado? ―quiere saber Paul.

―Puff, está hecho un puré de patatas ―asegura él con dramatismo.

―Puajj, qué asco. Odio el puré de patatas ―declara el niño de forma apasionada.

―¿Qué clase de irlandes eres? ―lo censura Rian con el ceño fruncido.

―Soy un dublinés ―responde el pequeño, interpretando su pregunta de otra forma.

Rian y yo intercambiamos una sonrisa, pero nuestras miradas se quedan pegadas por un momento y noto un calor infernal en las mejillas.

Le doy la espalda, aprovechando que Cathy quiere volver al columpio y trato de serenarme.

Solo es un tipo guapo, Sinead. No te vuelvas loca, me recuerdo a mí misma. También es gracioso e inteligente. Una nunca se aburre estando con él, añade la voz de mi conciencia. Esa maldita traidora. Reconoce que siempre te ha gustado.

Ah, por ahí sí que no paso. Amordazo a mi conciencia. Si llevo veintidós años suprimiendo ciertos sentimientos tan bien, no voy a cagarla ahora.

Vale, sigue mintiéndote a tí misma. La muy perra se ha quitado la mordaza con demasiada facilidad.

Rian le propone a Paul subirse a las cuerdas y trepar como un verdadero soldado y el niño corre hacia la red.

―¿Puedes hacerlo más rápido que él? ―reta a Cathy, que no llega a volver al columpio y sigue junto a nosotros.

―Sí ―se limita a responder la niña sin moverse.

―No te creo ―la provoca él, pero Cathy no pica.

Fantasias Navideñas por Haimi Snown y Beca AberdeenWhere stories live. Discover now