Cap 9

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Miel Vogrincic.

Disculpame, necesitamos tu nombre para acreditar la tarjeta—

—¿Hay algún problema?—

—No, es cuestión de seguridad, ya que corresponde a Uruguay—

—Ah bueno, María Belén Vogrincic—

Durante la mañana me desperté y fui a comprarle una cámara a Felipe, pero no cualquier cámara, sino la misma que tenía él. Lo que yo no sabía es que ya está fuera de mercado, así que le supliqué a los vendedores que buscaran en la bodega. Para mí suerte lo encontraron.

—Muchas gracias por su compra—  El chico me entregó la cámara y yo rápidamente me fui.

Sentía mucha satisfacción, sabía que Felipe se pondría contento, solo tenía que encontrar el momento indicado para entregársela.

Una vez que llegué a casa, Malena venía llegando de trabajar así que me propuso dormir una siesta juntas y claramente no podía desperdiciar esa oportunidad.

Estaba en el quinto sueño hasta que la voz de mi mamá me despertó... O algo así. No veía nada pero de igual forma me levanté y comencé a caminar en la oscuridad.

—¿Mamá?—

No podía ver nada, comencé a desesperarme pero su voz nuevamente me trajo a la calma.

Mieeel...—

Me llamaba.

—¡Mamá!—

Comencé a correr pero unas manos me detuvieron y desperté.

—Mieeeel, dale boludaaa, vino tu hermano—

Abrí los ojos y Malena me estaba mirando raro por las incoherencias que salían de mi boca.

—¿Enzo?— Me levanté rápido y bajé casi corriendo las escaleras —¡Enzo!— corrí a sus brazos y no nos soltamos por un largo rato hasta que la incertidumbre fue más grande —¿Que haces acá?—

—También te extrañé— Me sonrió con ironía.

—Dale, es en serio, ¿Nos vamos?— Sonreí

—No...— volvió a abrazarme —De hecho estoy acá porque no sé en cuanto tiempo más nos volveremos a ver—

—¡Qué!— Mi corazón se paró un momento.

—Haremos una mini serie para Netflix centrado en mi camino para interpretar a Numa. Creemos que serán unos nueve o diez meses en los que tengamos que trabajar intensivamente— Su voz se volvió débil, así que guardó silencio un momento y susurró —Perdón— sus brazos me apretaban, Enzo no me quería soltar y yo tampoco, pero no lo podía creer; amo a los chicos pero me quería ir, quería estar en Montevideo andando en bici con mi hermano, era lo único que necesitaba.

—No te vayas— Me aferré a él —No me dejes solita, por favor— escondí mi cara en su pecho, él comenzó a acariciarme la espada e inevitablemente comencé a llorar, podía escuchar como Enzo tragaba saliva para no caer en llanto.

Finalmente pasamos la tarde solo los dos porque los chicos nos quisieron dar espacio, lamentablemente llegó el momento de la partida, no lo podía soltar y mi hermano tampoco hacía mucho esfuerzo.

—No me dejes...— Le suplicaba entre lágrimas —Por favor—

—Miel...— No sabía que decirme.

—Me voy a portar bien, lo prometo—

—Escuchame— me agarró la cara con ambas manos —Vos para mí no sos un problema ni un estorbo, si te llevo conmigo estarías sola... Acá están los chicos que son exelentes—

Vení conmigo || Felipe Otaño Where stories live. Discover now