Capítulo 4

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En la penumbrosa madrugada a las afueras de la capital del reino de Áragog, Shaula no durmió en toda la noche

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En la penumbrosa madrugada a las afueras de la capital del reino de Áragog, Shaula no durmió en toda la noche. Fue paciente. Aguardó hasta que faltaban apenas un par de horas para la salida del sol, y salió de su habitación donde aún acechaba la sombra de Isamar.

«Venía a decirle que ha dejado girasoles y margaritas por toda mi alcoba, y que no tengo ni idea de qué hacer con ellos», había dicho Isamar delante de Shaula y el rey.

«Yo tampoco tengo idea de qué hacer con los pétalos que dejaste, ni la poesía que aprendí de ti, Isamar», pensaba Shaula.

La princesa salió de la alcoba y se encontró con sir Aztor haciendo su turno de guardia afuera.

—¿A dónde se dirige, princesa? —preguntó sir Aztor.

Parecía de un humor aceptable, para ser sir Aztor. Sir Lencio estaría descansando de su guardia.

—Yo... —Ella carraspeó—. Hay algo que debo hacer, sir.

El caballero no se veía convencido, pero fiel a su posición no cuestionó los motivos o asuntos de la princesa.

—¿Quiere que la acompañe?

—Tu presencia alertará a media población —se excusó ella.

—Permiso para refutar, alteza.

—Permiso concedido.

—No me parece que sea seguro que vague sola tan tarde en un lugar desconocido.

—De acuerdo, puedes escoltarme, pero luego te vas, ¿sí? Si te ven en la puerta, sabrán que estoy adentro.

Avanzaron a paso ligero por el empedrado camino que serpenteadaba frente a la posada.

A su lado, sir Aztor iba armado, siguiendo cada uno de los movimientos de la princesa, alerta ante cualquier amenaza.

En el silencio de la noche, se fijó en la piel de la princesa: cálida, besada por el sol del desierto, tan distinta de la palidez habitual en la capital. Vio las cascadas de cabello castaño que parecían robarse el brillo de las estrellas de esa noche. Cuando el viento pasó alborotándolo, se liberó el aroma cítrico de los girasoles y la fuerza química de un perfume.

—Está usando el perfume que le obsequiaron los Sagitar aquel día.

—¿Qué día, sir Aztor...?

Los enormes ojos ahumados de la princesa lo miraron. Siempre eran profundos y enigmáticos, pero entonces no guardaban secretos. Acababan de recordar.

Fue en la ceremonia de cobro de impuestos, cuando sir Aztor dejó de ser un capitán para volverse el custodio de la princesa por haberla agredido públicamente.

—Lo lamento —dijo la princesa en voz baja—. Por la humillación que le hice pasar.

—Usted perdonó mi vida —contradijo el caballero—. Y yo... Nunca me disculpé, alteza. Nunca dije gracias. He sido aberrante en mi orgullo. Yo soy quien se humilla a sí mismo.

Shaula le sonrió, aunque el velo y la penumbra hacían difícil notarlo.

—No tengo nada que perdonar, es usted nueva criatura, y ha hecho bien su trabajo.

—Lo haré mejor.

—Lo sé. Y se lo agradezco.

La posada donde se quedaban las doncellas, con sus ventanas cerradas, parecía dormir profundamente. Sin embargo, la princesa albergaba esperanzas de que todavía hubiera alguien despierto.

Una persona en particular.

La princesa notó una luz tenue que se filtraba por una rendija en la puerta principal. ¿Una vela encendida?

Se detuvo frente a la entrada, su corazón latiendo con fuerza. Miró a sir Aztor, quien asintió con seriedad y dio media vuelta para darle la privacidad prometida.

Shaula golpeó a la puerta, mordiendo su boca en la anticipación.

Como añoraba, no tardaron en abrir la puerta.

—Alteza...

Y no era su doncella.

Lo era, de hecho, era Altair. Pero no era su doncella.

—¿Me da un permiso, Altair? —pregunto Shaula haciendo ademán de aproximarse a la puerta, pero la dama se interpuso cerrando todavía más.

—No puede hablar con Isamar.

—¿No puedo, qué?

A Shaula le parecía un sueño lo que escuchaba.

—No puede porque no está aquí. Su padre, el rey, la envió a quedarse en el ala de los lores de Hydra, junto a su marido.

La princesa retrocedió como si hubiera recibido un puñetazo.

—¿Duerme con él?

—No duerme con él, sino en la habitación contigua. Pero ya no pertenece aquí. Isamar ya no es su doncella, alteza. Si necesita algo... Jabbah y yo estamos aquí para usted.

Shaula necesitaba algo, si: reanimación. Porque, en ese momento, recién se declaraba muerta por dentro. Ya la había perdido a ella, era real. Ya no quedaban motivos para amar las flores o leer poesía.

 Ya no quedaban motivos para amar las flores o leer poesía

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Nota:

Primer capítulo del maratón de hoy. Con esto creo que ya podemos hacer oficial que las actualizaciones de Monarca serán todos los viernes, pero mientras más comenten yo más escribo. Así como hoy, que tenemos maratón y creo que les va a gustar ♡.

Este capítulo es corto, pero igual comenten su opinión o.O

Monarca [Completa] [Saga Sinergia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora