39 | Estrella del cielo

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39 | Estrella del cielo


Christopher

Me despierto, envuelto en el aroma Scarlett, esa mezcla de flores con vainilla. Sin embargo, al abrir los ojos, me encuentro solo en la cama. Un nudo se forma en mi pecho al ver el espacio vacío a mi lado. ¿Se habrá ido mientras dormía? La idea me golpea con fuerza, y por un instante, dudo si todo lo que viví anoche fue real o simplemente un sueño. 

Me froto la frente, sintiendo el dolor punzante en mi cabeza provocado por la mezcla de whiskey, pastillas y la resaca. A pesar del malestar físico, los recuerdos de la noche anterior permanecen nítidos en mi mente. Sé que estuve con ella, pero ¿por qué se fue?

Dejo escapar un suspiro antes de levantarme de la cama. No estoy seguro de dónde me encuentro exactamente. Después de mi discurso en la ceremonia, todo se volvió borroso. Solo puedo recordar a Scarlett con su vestido negro, asegurándome que no se iría y ahora estoy solo. 

Tal vez sea mi propio karma por todas las veces que he hecho lo mismo, pero la idea de que Scarlett me haya dejado voluntariamente me hiere profundamente. ¿Por qué me duele tanto?  ¿Por qué todavía albergo la esperanza de que ella sienta algo más por mí, algo más allá del simple acuerdo que nos une?


Entonces, un aroma dulce y tentador me envuelve, llenando mis sentidos y atrayéndome hacia la cocina. El olor a mantequilla, café recién hecho y panqueques frescos recién hechos me golpea con fuerza

Y allí está ella, de espaldas a mí, moviéndose con gracia alrededor de la estufa mientras cocina.

«Dios mío, ella está cocinando para mí. Otra vez»

Una extraña calidez comienza a crecer en mi pecho, y casi se me escapa una lágrima de gratitud de mis ojos. Nunca nadie se había preocupado tanto por mí como ella lo está haciendo en este momento. 

Ella sigue usando ese vestido negro que se le ajusta perfectamente a las caderas, y mi mente lucha por concentrarse en cualquier otra cosa que no sea en lo buena que está.

Me esfuerzo por desviar la mirada y avanzo hacia ella, envolviéndola en un abrazo por detrás y depositando un beso suave en su mejilla. Ella se voltea hacia mí con una sonrisa radiante.

—Buenos días, dormilón —me saluda con una sonrisa mientras continúa con su tarea.

Ella toma un puñado de la mezcla de harina y me lo arroja en la nariz juguetonamente, provocando risas en ambos. Le devuelvo el gesto con otro beso y le digo con voz suave:

—Te quedaste...

—Te dije que lo haría —responde con una sonrisa cálida que ilumina toda la habitación.

Yo le devuelvo la sonrisa, agradecido y un poco abrumado por su atención. Observo el reloj en la pared y me sorprendo al ver que apenas son las 6 de la mañana. Es demasiado temprano para estar despierto.

—¿Por qué estamos madrugando tanto hoy? —pregunto, tratando de entender qué es lo que está pasando y qué planea hacer Scarlett.

—Tengo que ir a la oficina para terminar de solucionar un asunto importante —me dice con seriedad.

—¿A la oficina? —pregunto, desconcertado—. ¿Desde cuándo trabajas en una oficina?

Ella me mira a los ojos y suspira, como si estuviera a punto de revelar un secreto.

—Empecé a trabajar con mi padre —confiesa, evitando mi mirada.

—¿Con tu padre? —repito — ¿En serio? Pero siempre has odiado ese lugar.

Corazones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora