2. La hora de la verdad

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La noche anterior había permanecido al menos media hora en el sofá, quieta, mirando a un punto fijo de la pared y pensando en mil cosas a la vez. Si aquel mensaje significaba lo que yo estaba pensando, entonces Colton ya podía echar a correr. Las lágrimas escocieron en mis ojos, pero me negué a dejar que la situación me superara. 

Colton y yo habíamos pasado por mucho en los últimos años y me dije que no tenía que comportarme como una niñata celosa. Dejaría que se explicara, y si no me gustaba su respuesta, entonces me iría, por mucho que doliera. 

Me obligué a levantarme del sofá y acostarme en la cama, con él. 

Cuando amaneció yo apenas había dormido.

Debían de ser las nueve de la mañana cuando Colton se revolvió en la cama y abrió los ojos perezosamente, encontrándose con los míos. Tienes que comportarte con normalidad. Por el momento.

—Buenos días—saludó sonriente.

Una parte de mí pensaba que realmente parecía feliz de tenerme a su lado, allí en su casa al fin. Pero no tenía que dejarme llevar por ninguna emoción. Hablaría con él calmadamente. O todo lo calmada que pudiera, al menos.

—Buenos días—contesté, intentado que la pena no se viera reflejada en mi voz.

Me envolvió en sus brazos, aquellos que tantas veces antes me habían sostenido, y no pude evitar estremecerme por todas las sensaciones que me embargaron. En sus brazos siempre encontraba lo que necesitaba, lo que quería.

—Y pensar que ahora todos los días serán así...—susurró él en mi oído.

Yo me aferré a su cuello, sin decir nada todavía. No podía, no era capaz. Me limité a sentirlo así tan cerca como estaba, a olerlo, a sentirlo en mi propia piel.

Al cabo de un rato ambos nos separamos y después de asearnos rápidamente fuimos a la cocina. Fui consciente del gesto de Colton, que revisó su móvil al pasar por el salón e hizo una mueca que no supe descifrar muy bien. No era asco, tampoco parecía una sonrisa.

Carraspeé al ver que todavía leía lo que se mostraba en la pantalla y se disponía a escribir una respuesta.

—¿Algo importante?—pregunté distraídamente mientras colocaba dos vasos de leche en la mesa de café del salón.

Los ojos de Colton se alzaron un momento para cruzarse con los míos. Le sonreí y esperé que no notara lo forzado que era aquel gesto.

—Nada; asuntos de la oficina.

Se sentó en el sofá y yo fui a por unas galletas y café para disolver con la leche. Intenté que aquella mentira no me doliera tanto, pero fue en vano. Sentía un gran peso en el pecho que me oprimía al respirar. Quizás no estaba mintiéndome tanto; de la oficina seguro que era.

—¿Qué tal el trabajo durante estos meses?

—Perfectamente. De momento soy el eslabón más insignificante de la empresa, pero por algo se empieza. El jefe de departamento está feliz con mi trabajo. Quizás no tarde en conseguir algún ascenso.

—¿Has hablado con tus padres?—inquirí mientras tomaba mi desayuno. Lo que fuera con tal de ignorar la sensación asfixiante que me producía su mentira.

Su expresión se ensombreció. Aquel era un tema peliagudo, pero teníamos que abordarlo en algún momento. Y aquel era el momento.

—No. Y no sé si lo voy a hacer.

—Colton, te graduaste y tampoco les dijiste nada. Ahora tienes un trabajo más que decente, diría yo, y tampoco vas a decirles nada.

—¿Qué quieres que les diga? Les importa una mierda—gruñó en mi dirección.

Alguien ImperfectoWhere stories live. Discover now