CAPÍTULO 18

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Di varias vueltas en aquella cama extraña, vestida con esa ropa que me llegaba hasta la mitad de los muslos y que olía mucho a él. Eso no ayudaba a que mi mente pensara con claridad. Lo escuché toser y removerse en la cama. Él tampoco podía dormir.

Me puse boca arriba, mirando al techo que quedaba pobremente iluminado por la escasa luz que se colaba a través de la ventana. Me destapé hasta la cintura y solté un largo suspiro.

—Debería irme—dije sin saber muy por qué. Solo sabía que aquello era incómodo e incorrecto. Ya me había equivocado suficiente aquella noche.

—No—dijo secamente—. Esta noche te quedas aquí.

Sentí que me hervía la sangre. La rabia contenida dentro de mí amenazando con salir. ¿Qué se creía?

—¿Por qué?—inquirí con enfado, girando la cabeza para poder verle entre la penumbra.

—Pues porque esos gilipollas te tienen fichada ahora mismo. Los conozco y lo sé muy bien. Lo mejor es que al menos hoy te quedes aquí.

Gruñí y me destapé del todo. Empezaba a tener calor. Si iba a pasar la noche allí me dije que sería la última vez. No pensaba pasar más tiempo del necesario con un imbécil como Colton.

—Te recuerdo que no tienes control sobre mí.

—¡Dios!—exclamó evidentemente exasperado—. ¡Lo estoy haciendo por ti!

No pude evitar reír. Reí con fuerza y, quizás, de manera algo forzada. Mi risa resonó en la silenciosa habitación.

—¿Estás seguro?—pregunté después.

Solo lo escuché gruñir y se puso mirando al techo, con las manos tras la nuca y los ojos fijos en algún punto de la superficie blanca.

No tenía intención de seguir hablando del tema. No había discusión posible para él.

Me mordí el labio y aparté la mirada. 

Pensé en sus tatuajes y me entró curiosidad acerca de ellos. No sabía si era un buen momento para preguntar por ellos, dado que él estaba aún notablemente enfadado y, en verdad, yo estaba tremendamente irritada por su culpa.

—¿Qué significan las alas de tu espalda?—me atreví a preguntar con la voz a medio camino de un susurro y sin mirarlo.

Tardó en contestar. Se rascó la cabeza y entonces habló:

—Fueron mi segundo tatuaje. —Confesó—. Me las hice cuando tenía dieciocho. Yo había salido del reformatorio y pensé que quería tatuarme. Primero me hice el lobo, que significa la libertad, el ser salvaje e independiente pero sin olvidar a la manada. Me pareció interesante por lo que significaba para mí y porque siempre me gustaron los lobos. Unos meses después me hice las alas.

Seguí sin mirarle. Yo sabía que tampoco él me estaba mirando; lo sentía. Tragué saliva y continué en silencio, esperando a que prosiguiera con su relato.

—Para mí siempre habían significado el poder de volar, poder ir adonde quieras y volar lejos. Aunque pensé que lo que más me atraía de la idea de que fueran alas de ángel era que fueran las alas de un ángel caído. Alguien que está condenado y no puede olvidar su pasado. Porque el pasado forma parte de la persona. ¿Sabes?

Entonces me miró y supe a lo que se refería. Para él las alas eran la oportunidad de huir a sitios nuevos pero con el peso de errores del pasado. 

—Es como seguir adelante pero sin olvidar lo malo que hiciste, porque eso es lo que te ha llevado adonde estás ahora mismo—añadió a modo de explicación.

Alguien ImperfectoWhere stories live. Discover now