CAPÍTULO 31

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Conduje hasta que llegamos a la residencia e insistí en que subiera conmigo a mi habitación. Podría conseguir lo necesario para limpiarle las heridas e incluso podría quedarse a dormir allí, conmigo.

Después de lo que había pasado me sentía asustada, incapaz de dar un paso sin ayuda de nadie. Había intentado ir a la librería y eso se había convertido en un infierno. No quería ser acosada por individuos indeseables que acechaban en cada esquina. Y me encontré en una situación de duda acerca de todo lo que me rodeaba.

A pesar de sus protestas, lo obligué a subir conmigo.

Se sentó en la cama y le ordené que se quitara la camiseta. Gruñó y puso mala cara, pero acabó obedeciéndome. Yo preparé lo necesario para desinfectar sus heridas y me senté juntó a él en la cama. Alargué la mano con la que sostenía un paño húmedo para poder quitarle los restos de sangre seca que había en su piel.

 Una pregunta comenzaba a formarse en mi mente y temí pronunciarla. Apoyé mi mano libre en su muslo y continué frotando suavemente contra su piel. Los músculos de su vientre se contraían, acentuando los marcados abdominales. Me mordí el labio desesperadamente y reprimí las ganas de llorar. Mi mano comenzó a temblar y, antes de que me obligara a detenerme, lo hizo él.

Su mano se superpuso a la mía y no fui capaz de mirarlo a la cara, no todavía. Mis dientes soltaron mi labio y observé mi mano bajo la suya, cálidas las dos, que sostenía el paño manchado con su sangre. Mi respiración se entrecortó y me sentí débil, me sentí abatida, como si nada tuviera sentido, como si el incidente estuviera muy lejos pero su repercusión en mí estuviera demasiado cerca.

Su garganta emitió un sonido grave y ronco y me obligué a alzar la mirada hasta sus ojos marrones oscurecidos por la noche y la leve luz que iluminaba la habitación. Tragué saliva con gran dificultad y entonces traté de hablar.

—¿Qué ha pasado exactamente cuando yo esperaba en el coche?

Su brazo bueno se alzó, por lo que soltó mi mano para ponerla en mi mejilla y acariciar la piel con su pulgar.

—Si lo contara sería un motivo más para que decidieras irte. Si me lo callo, nos estaría fallando a los dos.

—Entonces dilo—susurré casi sin fuerza.

—Antes de que Thomas llegara y les pagara por fin el dinero, yo conseguí arrebatarle la navaja a uno de ellos y lo herí. No sé cual es la gravedad, pero lo hice. Entonces vi a Thomas, me miró fijamente y eché a correr hasta legar al coche.

Lo dijo deprisa, como si de ese modo fuera mucho más fácil, para poder deshacerse del peso de sus palabras.

—¿Dónde lo heriste?—pregunté yo, con los ojos húmedos y mis manos temblorosas. Él bajó su mano y la posó en la curva de mi cuello, agachó la cabeza y luego volvió a levantarla para mirarme a los ojos.

—No lo recuerdo bien. No ejercí mucha fuerza, así que puede que solo fuera un corte en el costado. —Hizo una pausa, soltó aire con brusquedad, gruñó y me miró con gran intensidad. Me sentí frágil, pequeña y como si todo el mundo fuera un gran farsa—.  No quiero volver... —susurró.

Sus palabras susurrantes atravesaron mi pecho con tal fuerza que me faltó el aire. Su dolor era tan latente y espeso y parecía que podría tocarlo, que se convertiría en algo físico.

—Y no volverás—le aseguré yo para intentar tranquilizarlo mientras ponía mi mano libre en su ancho hombro. El calor de su piel pareció abrasarme—. No volverás nunca. Lo de hoy ha sido el punto final a esa etapa. ¿Me oyes? No has tenido la culpa y no pienso...

No acabé la frase. Cerré los ojos y tragué con fuerza. Solo quería que supiera que yo no iba a huir por cualquier cosa, que al fin y al cabo algo se había forjado entre nosotros y mi intención no era abandonarlo. No era su culpa. Él solo se había defendido.

Y entonces noté el roce de sus labios con los míos. No abrí los ojos y me limité a sentirlo todo. A sentir el calor de su piel, sus músculos duros bajo mi tacto, el sabor de su boca mezclándose con el mío, su olor emanando de cada poro de su piel, alcanzándome y colándose dentro de mí. Apreté el paño y con la otra mano lo acerqué más a mí, intensificando el beso durante un escasos segundos para después separarme de él.

Nos miramos y yo volví la atención a la herida de su brazo. Al parecer la cosa no pintaba tan mal.

Una vez la hube desinfectado, la envolví en una venda y demoré mis manos sobre su piel. Una parte de mí pensaba que aquella situación tan horrible nos estaba uniendo mucho más y que ya hacía tiempo que no veía la faceta de imbécil y altanero que él solía mostrar. Era como si Colton fuera alguien diferente. Era alguien que no escondía sus sentimientos, sino que se mostraba abierto y sensible sin esa fachada de chico malo al que todo le resbala.

—¿Ya no harán nada? Porque lo pienso y no me apetece salir a la calle de nuevo. 

—Thomas les ha pagado. Creo que ya no tienen pendencias—dijo él con la voz ronca, sus ojos fijos en mis labios.

Me levanté para guardar todo lo que había utilizado para curarlo. Sentí sus ojos clavados en mi nuca, en mi espalda... Después me giré y lo vi apoyado con los codos en la cama, mirándome. Sus pantalones estaban bajos, como siempre, dejando ver la uve bien marcada y un sendero de vello que a medida que descendía se oscurecía cada vez más. Abrí un poco más los ojos y me mordí el labio. Un hormigueo comenzaba a arremolinarse en mi interior. Y él se levantó con lentitud, de una manera especial y masculina que le hacía parecer un verdadero depredador. Sus ojos oscuros se entrecerraron ligeramente y se acercó a mí sin dejar de mirarme. 

Mi mirada se paseaba por su torso desnudo y deseé tener mis manos sobre él, tocarlo de nuevo y sentir la dureza de sus músculos bajo mi piel, besarle y olvidar todo lo demás. Crear un mundo aparte para nosotros dos aunque solo fuera durante unos minutos.

Sus manos enmarcaron mi cara y pegó sus labios a los míos de un modo suave. Después se separó y sus manos bajaron hasta mis hombros para ir descendiendo por mis costados. Las metió por debajo de mi camiseta mientras me besaba en el cuello lentamente, me pegaba más a él y me hacía delirar.

Yo acaricié su cabello y busqué su boca. Deseaba volver a probarlo, sentir de nuevo su lengua explorando la mía. Bajé mis manos, interponiéndolas entre nuestros cuerpos hasta que alcancé el botón de su pantalones. Los desabroché y bajé la cremallera sin dejar de besarle. Se escuchaban nuestras respiraciones agitadas y los jadeos que a veces escapaban de nuestras bocas entre beso y beso.

Se separó de mí un poco y susurró contra mi boca:

—No quiero volver.

—Y no volverás—lo interrumpí.

Colton puso un dedo en mis labios hinchados para callarme hasta que ese dedo se deslizó por mi barbilla hasta mi cuello y concluyó.

—No volveré, pero si esos capullos intentan ponerte una mano encima otra vez, soy capaz incluso de matarlos.

Alguien ImperfectoWhere stories live. Discover now