CAPÍTULO 23

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Me miraba fijamente y no pude sostenerle la mirada. Estábamos sentados en su coche, mis piernas bien juntas y las manos sobre ellas, enlazadas. Intentaba adoptar una postura formal. Me sentía ligeramente incómoda y sabía a qué se debía. Seguía pensando en si habría alguien más, en si yo había sido completamente irresponsable e irrespetuosa conmigo misma.

Estaba preocupada. Me preocupaba haber sido una imbécil, que él me hubiera utilizado. Estaba llena de dudas.

Y le pregunté aquello, que si teníamos algo o lo nuestro tan solo había sido un desliz, algo que olvidar a los dos días. Por eso me miraba con sus ojos marrones, penetrantes, fijos en los míos, que querían evitar el contacto visual a toda costa.

Se llevó la mano a la nuca y entonces apartó la mirada. Me sentí fría y sola cuando dejó de mirarme, cuando lo vi con la vista clavada al frente y la mandíbula tensa. Me dolió ver que se lo pensaba, que ni siquiera él tenía la respuesta, o no quería decírmela.

Moví el brazo, titubeante, y rocé con la punta de mis dedos la puerta del vehículo. Estaba a punto de marcharme. Pero entonces él, con rapidez, puso su mano entre la mía y la puerta y me miró a los ojos otra vez, esta vez mucho más cerca. Estaba casi sobre mí.

Se me cortó la respiración y él volvió a sentarse correctamente. 

 Por un momento pensé en lo cerca que habíamos estado hace unas horas. Ese momento que había cambiado nuestra situación, o eso era lo que yo pensaba. 

—Para mí ha sido algo más que eso—dijo simplemente, sin mirarme a los ojos. 

Permanecí quieta, insegura, con la respiración agitada y una postura rígida. ¿Había sido algo más que solo sexo? Eso me alivió en parte, pero no era la respuesta que esperaba. 

Sin pensarlo demasiado, comencé a hablar.

—Tranquilo, no pasa nada. Hubo algo más, pero no quiero que pienses que ahora nosotros podríamos tener algo. No sé si me entiendes.

Hablé deprisa mientras me observaba las manos. Me temblaba el labio y no quería estar allí en esa situación, no quería tener aquella conversación con él. Me sentía demasiado estúpida.

Colton se movió bruscamente y me miró con los ojos desorbitados. Pude deducir que estaba realmente enfadado, pero la confirmación a mi sospecha vino cuando arrancó el motor con tremenda brusquedad, mirando al frente con el ceño fruncido y la mandíbula apretada, con todos sus músculos tensos, y giró el volante violentamente para salir del aparcamiento.

Temí decir cualquier cosa durante el trayecto a la universidad, aunque él no tuvo reparos.

—Eras virgen.

Su voz sonó grave y ronca, a la vez enfadada y confundida. Me sentí mal. Una parte de mí quería lanzarse de lleno a él, abrazarlo y saber que todo iría bien, que no había mentiras; otra parte me advertía de que estaba demasiado cerca de la fiera. Colton era como un animal indomable que siempre va a recordar sus raíces, su lugar, su origen, lo que es realmente en su interior. Colton podía tener a quien quisiera, y no era del tipo de chicos que hace una elección duradera.

—Lo sé. Yo elegí hacerlo—comenté.

—Entonces no entiendo tu reacción ahora—dijo él mirándome fugazmente.

No dije nada al respecto, me mantuve callada hasta que el coche paró y nos quedamos los dos un minuto en silencio, sin saber bien qué decir.

En un momento, todo se había vuelto diferente. Y lo era por mi culpa, esta vez era culpa mía, por querer quitarle importancia al asunto y pretender que todo había sido algo casual y normal. Pero no era así, yo realmente quería que pasara, yo realmente quería que pasara con él. Me había gustado demasiado como para ignorarlo sin más.

Colton era ese chico especial, ese que parece un completo idiota pero que en el fondo no es más que alguien roto, con taras y heridas que tratan de sanar, pero a su paso dejan cicatrices que siguen doliendo de vez en cuando. Yo supe ver ese lado en él. Y no siempre es fácil encontrarlo en las personas.

Lo miré, esta vez sí lo miré y no temí que él me devolviera la mirada con sus profundos ojos oscuros y misteriosos, ni temí escuchar su voz enfadada o decepcionada. Simplemente lo miré y le dije lo que realmente pensaba.

—No quiero que haya sido una mentira. Simplemente no quiero ser una más a la que engañar y dejar tirada. Solo eso. Y, si esa es tu intención, prefiero que me lo digas ahora.

—No es algo espontáneo.

Esperé alguna respuesta más de su parte, pero no llegaba ninguna. Creo que eso fue lo más doloroso y decepcionante de todo. Su silencio dolía más que sus palabras. Quise creer que en su mente había frases sin pronunciar, frases que carecían de valor para ser dichas. Y a pesar de todo le sonreí, le apreté la mano en señal de afecto y salí del coche. Me asomé al coche y le di las gracias con una de mis mejores sonrisas.

—Me encanta el tatuaje, por cierto—añadí antes de enderezarme y darme la vuelta.

Lo dejé dentro de su coche, con un brazo apoyado en el volante y una postura desenfadada, bastante masculina, con un gesto de desconcierto en la cara.

Caminé decidida por el asfalto hasta alcanzar la puerta de mi residencia. Llegar a mi habitación sería un gran alivio, sería como llegar a casa y fingir que todo iba bien, que no había pasado nada. Pero me encontré con la mirada ceñuda de Mary y supe que a ella no podía ocultarle nada. Ella tendría que saber que me había acostado con su amigo "rebelde", ese del que siempre te advierte todo el mundo, ese que es el estereotipo de chico que nadie quiere que se acerque a sus hijas. Y yo, Evelyn, chica anteriormente virgen, me había acostado con él. Y Mary sabía muy bien cómo era él. Ella era peor que mi madre. Y yo empezaba a arrepentirme por todo, por todo menos por sentir sus caricias en mi piel y sus besos mezclándose con los míos, su olor impregnándome.

Me había vuelto loca.


Alguien ImperfectoWhere stories live. Discover now