CAPÍTULO 27

62.4K 3.3K 123
                                    

Sus labios pegados a mi piel, húmedos y suaves, creando escalofríos en mi cuerpo. No pude evitar reír un poco ante las cosquillas que me provocaban sus lentos y superficiales roces. Se detuvo y gimió con frustración para después reír también. Adoraba el sonido bajo que hacía su garganta cuando él comenzaba a reír, cuando reía solo un poco, como si no quisiera mostrarse del todo. Alzó la cabeza y me miró, de nuevo aquellos ojos marrones que tanto me encantaban, que me atrapaban en un mar de oscuridad. Pasar el rato así, con él, era algo que casi se había convertido en mi nuevo pasatiempo, en mi favorito.

—¿Dejarás de reírte alguna vez cuando te bese el cuello?—preguntó él con una sonrisa que se dibujaba de lado a lado de su cara.

Yo imité una parecida y negué con la cabeza. Casi sin pensarlo levanté mi mano y rocé el lóbulo de su oreja con mi índice. Me puse seria, ya no estaba sonriendo. Sin embargo, lo miré a los ojos y luego a mi dedo, que comencé a mover para crear un recorrido lento desde su oreja hasta lo largo de su mandíbula para finalizar en sus labios ligeramente hinchados y entreabiertos. El calor se apoderaba de mí, un ardor se congregaba en la parte baja de mi vientre y quise seguir con el juego.

Colton entrecerró los ojos y no dijo nada, se dejó hacer. Dejó que mi dedo acariciara sus labios con lentitud mientras yo los observaba, hambrienta, llena de una sensación de poder... Quería más. Él me miró, lo supe porque yo también busqué sus ojos y me humedecí los labios.

Estábamos en mi habitación. Tan solo había venido para estar un rato conmigo porque Mary tenía una cita con Will, de estas bien organizadas en un bonito restaurante a la luz de las velas. Colton vino simplemente para que estuviésemos un rato juntos, pero lo que había empezado como un acto inocente estaba siendo claramente tergiversado.

Yo lo busqué a él. Lo busqué como siempre había hecho, pensé. Solo que esta vez realmente la que mandaba era yo. Pensé que siempre había ido yo detrás de él, que nuestros besos habían surgido porque yo siempre había acabado corriendo hacia él.

Me acerqué a su oreja, inclinada hacia él, y comencé a rozar mis labios con su piel cálida. Saqué la lengua y cerré los ojos, dispuesta a humedecer todo el borde de su oreja y continuar hacia abajo, hacia su mandíbula, para sellar su piel con mis besos.

Lo escuché gemir y moverse en la cama. Una de sus manos grandes y cálidas me sujetó por la parte baja de mi espalda y yo puse una mía en su cuello. Pensé que podría besarle ya, que quería hacerlo porque no podía aguantarlo más, pero yo quería seguir jugando. Me aparté de él, de rodillas como estaba sobre el colchón, y le dediqué una media sonrisa acompañada por una mirada pícara. Colton alzó una ceja, sorprendido, y yo lo tumbé en la cama de un golpe, con un toque de mi mano en su hombro. Me quité la camiseta bajo su atenta mirada y puse mis brazos a cada lado de él, apoyándome en el colchón. Besé su cuello, primero con lentitud, después con más pasión, no pudiendo resisitirme. Levanté su camiseta y observé las primeras señales de vello que nacían en su ombligo y se escondían más allá de su pantalón. El calor aumentó, sentí que iba a explotar.

Acaricié sus abdominales y besé su piel, cada rincón. Le quité los pantalones y la camiseta y me quité mis vaqueros. Ambos en ropa interior y yo comenzaba a sentirme mareada, extasiada por tanto cúmulo de sensaciones. Entonces me tumbé sobré él, todo nuestro cuerpo pegado, piel con piel, compartiendo calor y olores, intercambiando suspiros. Junté mi boca con la suya, apremiante, ansiosa por sentir sus lengua fundiéndose con la mía o sus dientes presionando mi labio inferior. Susurré su nombre entre beso y beso, como pétalos volando con el viento, efímero y rápido.

Él puso sus manos en mi parte trasera y me presionó contra él, ambos gemimos boca contra boca y acaricié su cabello espeso y negro como la noche, la magnitud de su deseo contra mi vientre, palpitando apremiante y ambos con la sensación de la anticipación en nuestro interior. Quería más. Más. Esa era la palabra.

Alguien ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora