CAPÍTULO 11

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Mary me había contado que Thomas no había llegado a ingresar en prisión y, que gracias a ciertos contactos, ahora ha vuelto a la universidad, no sin antes arreglar unos asuntos con el director de la universidad que no estaba nada contento con la situación. Me alegré por él a pesar de que sabía que se lo tenía merecido. No supe nada de Colton y me alegré de que Mary solo me preguntara por él, acerca de por qué y cómo pasó la noche en nuestra habitación mientras ella estaba ausente. Yo omití el hecho de que nos besamos. Lo prefería así, no iba a negar que sucedió, pero no era algo de lo que quisiera ir hablando por ahí.

Conducía por la carretera y el cielo estaba tremendamente gris, anunciando una tormenta inminente. Hacía frío y mis dedos estaban ligeramente entumecidos, pero faltaba poco para llegar a casa y poder refugiarme en la calidez de la chimenea y la charla que tendría con mi madre. Yo nunca tenía demasiado que contar debido a mi vida monótona y poco social, pero aun así quería hablar con ella de cualquier cosa, sentirme en casa por un momento y olvidar gente y cosas relacionadas con la universidad. No quería pensar en Colton, ni en su arrogancia y altanería ni en su beso y su actitud de suficiencia. Tampoco quería pensar en James, a pesar de que él no tenía la culpa y era todo lo contrario a Colton; pero aun así todo aquello me abrumaba. No era normal que en mi vida aparecieran dos chicos, uno interesado y el otro imbécil. Fuera como fuera, me abrumaba demasiado y no quería tener que pensar en nada de eso. Deseaba poder volver a mi vida más o menos normal.

Cuando quise darme cuenta, divisé el cartel en el que leía el nombre del pueblo. Tenía ganas de llegar. En un momento aparqué frente a la casa y me detuve un momento para admirarla desde fuera. Estaba igual que siempre, tal y como la recordaba. Descargué las maletas del maletero; las pocas que llevaba, al menos. Una bolsa de mano y una pequeña maleta con ruedas. Venía a pasar unos días, no necesitaba vaciar el armario.

Llamé tres veces, ese era el código que teníamos mi madre y yo. Así era más fácil reconocernos. Tardó un momento en abrir la puerta, pero cuando lo hizo me sonrió y me dio un pequeño abrazo antes de ayudarme con lo poco que llevaba y cerrar la puerta tras nosotras.

Después de pasar tiempo fuera de casa y volver a ella, me di cuenta de que realmente tenía un olor especial: fresco y acogedor. Era mi casa.

Todo era demasiado familiar, me di cuenta de que lo había echado de menos. Subí a mi habitación con las maletas en la mano para acomodarme en ella. Una vez me hube instalado, bajé las escaleras para encontrarme con mi madre en la cocina. Al día siguiente sería Noche Buena y vendrían algunos familiares cercanos como mis tíos y sus dos hijos, que eran mayores que yo. Siempre jugábamos juntos cuando éramos pequeños, y ahora se divertían a mi costa con ciertos comentarios. Aun así les tenía mucho aprecio. Aparte de esos invitados tan reducidos solo estábamos mi madre y yo.

—Me alegro de tus excelentes notas este trimestre. Espero que sigas así—dijo mi madre dedicándome una gran sonrisa—. Pero, ¿has hecho amigos?

Sabía que preguntaría algo así. Siempre se preocupaba por si no me relacionaba con la gente. Era algo que esperaba y algo a lo que tenía respuesta sincera.

—Sí, mamá. Mi compañera de cuarto se ha convertido en mi mejor amiga allí. Es muy simpática y sabe arreglárselas. 

Me miró con una ceja levantada y temí lo próximo que diría. Me mordí el labio y deseé que no fuera lo que estaba pensando.

—¿Y los chicos?

—Algún que otro conocido. Mamá, no quiero hablar de eso.

Evité el tema, no quería seguir hablando de aquello y que acabara contándole lo de James. Además, no me sentía cómoda hablando de chicos con mi madre. Para mí era algo íntimo, demasiado vergonzoso.

Apenas comí ese día, el viaje en coche me había cansado bastante, por lo que opté por tumbarme en la que era mi cama y dormir toda la tarde.

Cuando desperté eran las ocho y era completamente de noche. Tenía las puntas de los dedos heladas y bajé las escaleras hasta el salón frotándome las manos. Estiré las mangas de mi jersey de lana verde y escuché el timbre. No lo pensé dos veces y le dije a mi madre que abría yo. Me encontré con un chico alto de pelo negro y corto y ojos verdosos que me miraba, primero sorprendido y luego con una pequeña sonrisa en sus labios rosados. Era aquel chico, ese que iba conmigo al instituto y que me dio mi primer beso. Había cambiado mucho, pero sabía que era él. Pude reconocerlo, y él a mí.

—¿Evelyn? Vaya, no sabía que volvías hoy de la universidad.

Estaba demasiado sorprendida como para contestar algo siquiera. Me obligué a tragar saliva y concentrarme en la situación. John estaba allí y estaba segura de que habría alguna razón lógica. Yo sabía que no había venido a verme a mí.

—John, ha pasado bastante desde la última vez que te vi. —No sé ni cómo fui capaz de decir aquello.

—Desde luego. Bueno, he venido para darle esto a tu madre de parte de la mía. Insistió en que lo entregara hoy.

Fue entonces cuando reparé en que él sostenía algo entre sus manos enguantadas. Era una fiambrera, pero no pude saber qué es lo que había dentro.

—Es un bizcocho de chocolate que ha hecho mi madre. 

—¿No quieres pasar?—pregunté dubitativa.

—Oh, no sé si debo. Quizás estuvierais a punto de cenar o algo así.

—En absoluto—respondí mirándolo a la cara; tenía un poco de barba que ensombrecía sus facciones, sobre todo por la mandíbula—. Puedes entrar y saludar directamente a mi madre.

Sabía que era incómodo, él no esperaba encontrarme allí aquel día y yo tampoco esperaba tropezarme con él durante mi estancia en el pueblo. Se me hacía incómodo pensar que ambos nos gustábamos en el pasado y que incluso tuvimos nuestro primer beso juntos.

Aun así él aceptó finalmente la invitación y pasó, mirando un poco a su alrededor. Lo guié hasta la cocina para que depositara la fiambrera en la encimera. Después lo llevé al salón para que mi madre lo saludara. Lo hizo con mucho afecto y como si hubiera seguido viéndolo a menudo mientras yo no estaba.

John le dijo lo mismo que a mí y mi madre insistió en que se quedara a cenar. El muchacho rechazó la propuesta con una avergonzada sonrisa y lo acompañé a la puerta cuando anunció que se marchaba. 

Me miró un momento de arriba abajo y yo miré sus ojos verdosos y grandes rodeados de unas tupidas pestañas negras. Siempre pensé que era guapo y me sorprendió que yo le gustara a él. Sonreí y él me imitó. 

—Me alegro de haberte visto, Evelyn. Si algún día, antes de irte, te apetece que hablemos... ya sabes, puedes contactar conmigo.

—Te lo agradezco, puede que algún día y así podrás contarme lo que ha pasado en tu vida en estos meses.

Se giró y bajó los escalones con ligereza y el cuello encogido, resguardándose del frío entre la tela de su bufanda y el abrigo.

Cerré la puerta, notando el frío que empezaba a calar mis huesos. Soplé mis manos, intentando devolverlas a la vida. Fui de vuelta al salón y mi madre no me miró, cosa que agradecí.

Pensé en el John actual y en el viejo, en James y su dulce sonrisa y en Colton y su media sonrisa y su cuerpo plagado de tatuajes. Si me paraba a pensarlo, Colton no encajaba en mi ideal de chico, muy diferente de los dos anteriores.

Me enfadé conmigo misma por estar pensando en él. Empezaba a odiarle, eso era un hecho, pero por eso mismo no debería pensar en él.

Sopesé la posibilidad de hablar otro día con John, quizás estaría bien para rememorar cosas y enterarnos de cómo le va la vida al otro.

Me levanté del sofá junto con mi madre para ayudarla a preparar la cena. Volver a casa significaba, en parte, volver a mi pasado. Y pensar que aún tenía que soportar las reuniones familiares...


Alguien ImperfectoWhere stories live. Discover now